Martes 14 de Septiembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Los hombres también lloran – I

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Los hombres también lloran – I

“José ordenó que prepararan su carro para ir a recibir a su padre. Cuando se presentó delante de su padre, lo abrazó y estuvo llorando largo rato sobre su hombro” (Gen. 46:29).

Por mucho tiempo se ha difundido la idea de que los varones que muestran sus sentimientos y emociones son débiles. Es común que, cuando un niño llora, escuchemos a la madre o al padre decirle: “Los hombres no lloran”. Criados bajo esta falsa premisa, la mayoría de los hombres son reacios a mostrar sus sentimientos frente a los demás. Des­conocen que la expresión emocional también tiene que ver con la naturaleza distintiva del hombre. A través de mi práctica como psicoterapeu­ta, puedo asegurar que los hombres se resisten a hablar de lo que sienten; cuando lo hacen, es porque son empujados por una circunstancia emocional que, según ellos, se está saliendo de control. 

¿Será que los hombres no lloran porque carecen de sensibilidad emocio­nal o porque los mensajes culturales que reciben desde niños los tachan como débiles si muestran sus emociones? ¿O será que no lloran porque fueron creados fuertes, totalmente racionales e insensibles?

Me gusta reflexionar en la escena que se desarrolló junto a la tumba de Lázaro: “Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió […]. Jesús lloró” (Juan 11:33, 35, RVR 95). Esta fue una muestra pública de la sensibilidad emocional de Jesús, que era Dios. 

Recuerdo también esa escena profundamente emocional que protago­nizó José, el segundo en Egipto después del faraón. Educado como guerrero, hombre fuerte y líder de una nación poderosa, se encontró con su padre des­pués de muchos años. Empujados por el amor y el dolor de la separación, se fundieron en un abrazo humedecido por las lágrimas. La Biblia lo describe con las palabras: “José unció su carro y fue a recibir a Israel, su padre, en Gosén. Al verlo, se echó sobre su cuello, y sobre su cuello lloró largamente” (Gén. 46:29, RVR 95).

Jesús y José, junto con muchos ejemplos más de hombres que desnuda­ron su alma frente a los demás sin prejuicios, dejaron brotar libremente sus emociones, impulsados únicamente por aquella calidad humana que todo hombre y mujer posee por herencia divina.

Aunque hombres y mujeres pro­cesan en forma diferente las emociones, es bueno que las mujeres seamos sen­sibles a los estados emocionales masculinos y creemos espacios donde puedan expresarlos sin sentirse avergonzados.

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