Sábado 11 de Septiembre de 2021 | Matutina para Adolescentes | Un reino unido

Un reino unido

“Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumba” (Luc. 11:17, LBLA).

Dicen que la unión hace la fuerza.

Transcurrieron aproximadamente ochocientos años desde que los israelitas cruzaron el Jordán hasta que Nabucodonosor se los llevó a Babilonia (un siglo después de que los asirios sometieran a diez de sus doce tribus). Tendemos a pensar en las doce tribus de Israel como un pueblo que permaneció unido la mayor parte de esos años, pero el siglo de las monarquías lideradas por Saúl, David y Salomón, no fue tan bueno como se esperaba.

Antes de que el profeta Samuel ungiera y coronara a Saúl el benjamita, la guerra civil casi había acabado con su tribu. Incluso el legendario David tuvo que hacer frente a numerosos disidentes que desafiaron su autoridad: primero miembros de otras tribus leales a Saúl, luego miembros de su propia familia. Cuando Salomón, el segundo hijo de David con Betsabé, fue elegido para ocupar el trono mientras su padre aún vivía, tuvo que enfrentar intrigas de su medio hermano Adonías.

El reinado de Salomón fue notable, no solo por la paz que mantuvo entre Israel y sus vecinos, sino también por la paz que hubo dentro de la nación. Antes de perder la vida en la batalla, su hermano mayor Absalón “les robaba el corazón a los israelitas” (2 Sam. 15:6) con su buena apariencia y carisma, pero el joven Salomón necesitaría mucho más que apariencia. Tener que arreglárselas solo con su ingenio contribuyó a su decisión de pedirle a Dios sabiduría antes que cualquier otra cosa.

Cuando dos madres prostitutas acudieron a la corte de Salomón para reclamar justicia después de que muriera el hijo recién nacido de una, y la otra intentara reclamar al niño sobreviviente como suyo; el rey resolvió la disputa sobre la custodia sugiriendo que cortaran el bebé en dos con una espada y se lo compartieran. La verdadera madre, entre lágrimas, prefirió renunciar a su hijo, mientras que la falsa aceptó la propuesta de dividirlo en dos. Entonces el rey le otorgó el niño a la madre que estuvo dispuesta a perderlo para salvarlo. Cuando todos en Israel escucharon cuán hábilmente Salomón había deducido la verdad, “sintieron respeto por él, porque vieron que Dios le había dado sabiduría para administrar justicia” (1 Rey. 3:28).

Tal vez hoy nos asombre que Salomón hubiera mantenido la nación unida durante tanto tiempo, porque al momento de su muerte estaba totalmente fragmentada, y ninguno de los hombres del rey lograría unirla otra vez.

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