Jueves 30 de Marzo de 2023 | Matutina para Mujeres | Faltas ajenas

Faltas ajenas

Entonces los israelitas les hicieron frente, y los de Benjamín se llenaron de miedo al ver que estaban a punto de ser destruidos. Jueces 20:41, TLA.

Una mujer que fue infiel a su esposo huyó a la casa de su padre, pero él decidió buscarla. De regreso, los hombres de una ciudad de Benjamín abusaron de ella hasta dejarla muerta. El esposo la cortó en doce pedazos y los envió a cada tribu. En una asamblea nacional decidieron vengarse. La ciudad no entregó a los malhechores, y las demás tribus atacaron. Luego de tres días de batalla y muerte entre ambos bandos, casi desaparece la tribu de Benjamín. Cuán lejos en la depravación moral puede llegar una nación cuando se aparta de Dios.

¿Pudo esta guerra civil con más de 75.000 muertos haber sido evitada? Quizá. Si la mujer no hubiera sido infiel, no hubiese escapado. Si el esposo hubiese oído a su suegro, habría evitado el abuso a su pareja. Si los hombres hubiesen tenido valores morales, habrían respetado a la mujer ajena. Si el esposo no hubiese enviado los doce pedazos del cuerpo, se habría evitado la venganza de los israelitas. Si los habitantes de Gabaa hubiesen entregado a los culpables, no se hubiese desatado la guerra.

¡Cuánto dolor y muerte! Ignorar la Palabra de Dios y seguir tus propias acciones resulta en caos total. Sufre el inocente y se ignora al indefenso. El orden y la disciplina son reemplazados por la discordia y la anarquía.

Los israelitas no tuvieron éxito en el primer ataque. Sufrieron dos derrotas antes de vencer. Esto los obligó a ayunar, orar y confesar sus propios pecados reflejados en sus hermanos, y que estaban dispuestos a corregir. Es tan fácil ver las faltas ajenas y olvidarnos de las nuestras.

“Los ojos de Dios, que todo lo ven, notan los defectos de todos, y la pasión dominante de cada uno. Sin embargo, nos soporta a pesar de nuestras faltas, y se compadece de nuestra debilidad. Ordena a sus hijos que tengan el mismo espíritu de ternura y tolerancia. Los verdaderos cristianos no se regocijarán en la exposición de las faltas y deficiencias ajenas. Se apartarán de lo vil y deforme, para fijar su atención en lo atrayente y hermoso. Para el cristiano, todo acto de censura, toda palabra de crítica o condenación, son dolorosos” (5TI, p. 90).

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