
La gracia que transforma
“Este mensaje es digno de crédito y merece ser aceptado por todos: que Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15).
Durante un campamento en las vibrantes tierras de El Salvador, tuve la bendición de compartir el mensaje del evangelio. Después de uno de estos momentos de predicación, Sofía se acercó a mí con una historia que encarnaba la esencia de 1 Timoteo 1:15.
Sofía, con ojos que reflejaban una mezcla de travesuras juveniles y sabiduría recién descubierta, compartió cómo las palabras del apóstol Pablo habían tocado su corazón. “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy la primera”, me dijo. Me confió cómo esas palabras le brindaron una esperanza renovada y una comprensión más profunda de la gracia insondable de Dios.
Se había visto a sí misma atrapada en un ciclo de errores y remordimientos, luchando por encontrar el camino de regreso. Pero en aquel campamento, mientras el aire fresco de la noche envolvía nuestras conversaciones, Sofía se encontró con la verdad transformadora de que, no importa cuán perdidos nos sintamos, siempre estamos dentro del alcance de la redención de Dios.
La historia de Sofía es un testimonio de cómo la gracia de Dios puede alcanzar a todos, en cualquier lugar; incluso en un campamento lleno de jóvenes buscando su propósito. Nos recuerda que la gracia divina no discrimina, no se agota y siempre está dispuesta a iniciar una nueva obra en nosotros.
En aquellos momentos, bajo el cielo salvadoreño, la declaración de 1 Timoteo 1:15 se hizo real en la vida de Sofía; nos demostró que la gracia de Dios es una fuerza poderosa que puede transformar la vida más pecaminosa, y ofrecernos una nueva oportunidad y una perspectiva de vida renovada.
Oración: Padre amoroso, ayúdame a reconocer mi necesidad de ti y a confiar en tu poder transformador.