Matutina para Adultos 05 de febrero de 2021

Una mano extendida

“Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti” (Hechos 13:11).

No hay obra de arte mayor ni mecanismo más ingenioso que la simple mano del hombre. Diseñada por el gran Diseñador, Isaac Newton, erudito y matemático y uno de los científicos más destacados de la historia, llegó a exclamar: “Ausentes otras pruebas, me bastaría el pulgar para convencerme de la existencia de Dios”.

La mano humana, maravilla de diseño y de ingeniería, se compone de 29 huesos, 29 articulaciones, más de 100 ligamentos, 35 músculos, y un sinnúmero de nervios y arterias. Solamente para controlar el pulgar, necesitamos nueve músculos y el esfuerzo conjunto de tres nervios principales de la mano. La capacidad de la mano humana es impresionante: fuerza, flexibilidad, destreza, resistencia y control motor refinado. La punta del dedo es un instrumento sensorial dotado de una increíble capacidad para detectar, y lo hace con un grado de sensibilidad que la ingeniería humana apenas si empieza a emular con la disciplina de la robótica.

Si maravillosas nos parecen las obras de nuestras manos, qué decir de las manos de Dios. La Biblia utiliza expresivas figuras materiales para ilustrar ideas morales y espirituales. En toda la Escritura, incluso en los dichos de Pablo, las manos son un símbolo del amor, la sabiduría y el poder de Dios (en el caso de esta historia, para reprender a Barjesús –o Elimas–, un falso profeta).

La mano de Dios es poderosa: su mano sembró de estrellas los cielos, que siguen fielmente su órbita determinada.

La mano de Dios es sabia: su diestra hace maravillas; qué decir del átomo o, simplemente, de un copo de nieve. Bien decía Luis Pasteur: “Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia nos devuelve a él”. Admiramos una computadora y un teléfono inteligente; entonces, ¡imagina el cerebro humano!

La mano de Dios es suave: como la mano experta de un médico que usa el bisturí de manera milimétrica y experta.

La mano de Dios es protectora: nos ha creado, nos cuida, nos moldea y también nos guarda.

La mano de Dios es justa: a su debido tiempo, coloca cada cosa en su lugar.

La mano de Dios puede ser resistida: porque Dios nos hizo libres para decidir. Y, si hacemos una mala elección, viene a nuestro auxilio (si se lo pedimos) para transformar nuestro carácter a su imagen.

He tenido el privilegio de estrechar las manos de autoridades y presidentes, pero nada más honroso que el Rey del Universo te extienda su mano, esa mano poderosa, sabia, suave, protectora, justa y respetuosa.

Esas mismas manos que fueron clavadas en la Cruz se extienden para abrazarnos y guiarnos. La mano del Señor esta siempre extendida, solo se necesita que la tomes.

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