Matutina para Adultos | Martes 15 de Abril de 2025 | Encontrar lo perdido

Matutina para Adultos | Martes 15 de Abril de 2025 | Encontrar lo perdido

Encontrar lo perdido

«Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19: 10).

¿Cuántas veces hemos llegado al borde del estrés al darnos cuenta de que habíamos perdido algo particularmente valioso? La cartera, un juego de llaves, una tarjeta de crédito, una agenda con direcciones y teléfonos, o una amistad.

La experiencia de la pérdida, por frecuente o banal que sea, forma parte del drama de nuestra vida. Lo sé muy bien por experiencia propia. Aunque no todas las pérdidas son irreparables, perder algo precioso, material o no —una pieza de colección, un animal querido, la relación con un hijo— es perder una parte de nuestro propio ser.

El Evangelio de Lucas relata tres parábolas de Jesús sobre la alegría de recuperar lo perdido (ver Luc. 15: 1-32). Estos microrrelatos tuvieron tanto éxito que llegaron a hacerse famosos e incluso recibieron títulos. Sin embargo, ninguno de ellos —«La oveja perdida», «La dracma extraviada», «El hijo pródigo»— responde al título que la tradición le ha atribuido, ya que todos se centran en el cliché negativo de la pérdida cuando los relatos subrayan precisamente lo contrario. Porque solo puede considerarse perdido lo que no se ha conseguido encontrar. En estas parábolas, en cambio, todo se encuentra: el pastor halla su oveja todavía con vida, la mujer recupera su moneda y el hijo vuelve a casa por sí solo. El tema dominante del pasaje, como de toda la Biblia, no es la tristeza de la pérdida sino la alegría de recuperar lo perdido.

El gozo es la palabra clave del famoso capítulo 15 de este Evangelio. Siete veces se repite la palabra «gozo» o el verbo «gozarse»: gozo del pastor que regresa con su oveja a cuestas (vers. 5), gozo de sus amigos (vers. 6), gozo en el cielo (vers. 7). Gozo de la mujer que ha recuperado su dracma (vers. 8), gozo de sus vecinas (vers. 9), gozo entre los ángeles (vers. 10). Gozo, finalmente, del padre, que hace una gran fiesta para que todos compartan con él la alegría de recuperar a su hijo (vers. 11-32).

Jesús construye una inolvidable trilogía con esos tres relatos, como un magnífico tríptico sobre el tema del feliz reencuentro.

Los que hemos pasado por la experiencia de sentirnos «encontrados» por Dios después de haber perdido el rumbo por algún tiempo sabemos hasta qué punto nuestro crecimiento espiritual depende de ese encuentro con la gracia divina. Y hasta qué punto es un privilegio inmerecido compartir el gozo de Dios por habernos encontrado.

Señor, gracias una vez más por concederme ese gozo.

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