
Gozo completo
«Estas cosas les he hablado para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo» (Juan 15: 11, RVC).
La doctora L. es una de las personas más positivas que conozco. Tengo el privilegio de poder decir que durante años ha sido prácticamente «el médico de cabecera» de nuestra familia. Pero ella es más que eso. Porque a su competencia profesional y a su gran vocación, une un cristianismo radiante y una fe a prueba de bombas.
Sea cual fuere el caso que tenga que atender, a su acertado diagnóstico y oportuno tratamiento siempre añade una terapia personal muy suya: «Y por encima de todo, “estén siempre gozosos” (1 Tes. 5: 16)». Porque ella no deja de subrayar nunca la palabra «siempre».
La doctora L. nos da ejemplo de lo que Jesús quería para los suyos. Jesús desea para sus seguidores gozo completo, o como traducen otras versiones, «gozo perfecto» (LBLA), «alegría completa» (DHH), o «alegría total» (NBE). En otras palabras, Jesús desea que seamos «completamente felices» (PDT).
Todos sabemos que el plan de salvación de Dios es darnos felicidad eterna (ver Juan 3: 16), pero en nuestra cita de hoy Jesús deja bien claro que también desea para los suyos, aquí y ahora, si no la «felicidad» en un sentido absoluto, lo que él llama «gozo profundo».
El gozo del que habla Jesús, ese gozo profundo, «cumplido» o completo (ver Juan 17: 13), no es la alegría vana del sujeto inconsciente o del irresponsable. Es una paz interior, una gratitud integral a Dios por todos los privilegios de la existencia, por lo que ya tenemos y por lo que nos ha prometido más allá de esta vida.
Se trata de un gozo que el apóstol Pablo conocía bien por experiencia personal y que le permitía sentirse agradecido y dichoso aun en medio de sus padecimientos (ver 2 Cor. 13: 11; Fil. 2: 17; 4: 4).
Ese es el gozo que irradia la doctora L. Su vida no ha sido fácil. Estudiar medicina y luchar hasta hacerse un puesto respetable lejos del Haití natal, en otra sociedad, con otra lengua, con otra mentalidad y otra raza, no es fácil para nadie. Sin embargo, ninguna de las dificultades arrostradas le ha quitado nunca a nuestra amiga ni la sonrisa de los labios ni la paz del corazón.
Recuerdo con emoción que, en el funeral de su esposo, que tuve el triste privilegio de presidir, me dijo: «Quiero que dejes claro que aquí no hemos venido a lamentar la pérdida de Caleb sino a celebrar su vida». Cosa que hicimos en la ceremonia de exequias más inspiradora y positiva que recuerdo. La fe de nuestra amiga la llenó de profundo gozo.
Señor, dame hoy y siempre ese gozo.