Resoluciones de año nuevo
«Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero le dijo: «Hijo, vete hoy a trabajar en mi viña Respondiendo él, dijo: «¡No quiero!”. Pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro le dijo lo mismo; y respondiendo él, dijo: «Sí, Señor, voy”. Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?» (Mateo 21: 28-31).
Resoluciones, decisiones, buenos propósitos, promesas hechas a Dios, a los demás o a nosotros mismos, ¡cuántas se quedan sin cumplir! ¿Qué fue de tus resoluciones del año pasado? Una encuesta de un importante periódico de Suiza, país donde vivíamos entonces, considerado por muchos como «uno de los países más serios del mundo», hacía esa pregunta a sus lectores.
Se recogieron las respuestas siguientes: el 39% no había tomado ninguna resolución; el 47% decía haberlo intentado unos días, pero no haberlo conseguido mucho más allá de un mes; y el 14% decía haberlas mantenido de manera más o menos satisfactoria. ¿Cuáles eran las principales resoluciones de estos ciudadanos «ejemplares»? La mayoría tenía varias.
Aproximadamente el 40% deseaba poner fin a algunos vicios y vivir más sano, el 60% se proponía actuar de manera más ecológica y respetuosa con el medioambiente, el 70% veía la necesidad de sonreír más y ser más amable con su entorno, el 50% deseaba hacer más deporte y el 10% se proponía mejorar sensiblemente sus relaciones con familiares y colegas de trabajo. Buena costumbre la de tomar resoluciones acertadas. Personalmente, me agrada pensar que hoy mismo hay millones de personas en el mundo que se están esforzando por ser mejores ciudadanos y por colaborar de alguna manera en favor de un mundo mejor.
El artículo mencionado terminaba sin embargo de manera bastante pesimista, ya que su autor se remitía a su propia experiencia, y citaba a la condesa de La Fayette, que ya en el siglo XVII, en su obrita La princesa de Cleves, se lamentaba diciendo: «Todas mis resoluciones son inútiles, ayer pensaba lo mismo que pienso hoy y hoy hago lo contrario de lo que resolví ayer». Como el buen hijo de la parábola de Jesús, decidir cambiar para bien es necesario cada día.
Creo que es acertado que tomemos decisiones de año nuevo…, pero en serio. Y sobre todo que, con la ayuda divina, las llevemos a cabo. La Biblia nos advierte que «es mejor que no prometas, y no que prometas y no cumplas» (Ecle. 5: 5, RVC). Señor, entre mis resoluciones para este año, deseo, sobre todo, vivir cada día inspirado por ti.