
¿Qué guardas en tu corazón?
“Recordaré las maravillas que hizo el Señor en otros tiempos; pensaré en todo lo que ha hecho” (Sal. 77:12-13)
Cuando mi hijo era apenas un bebé, adopté la costumbre de sacarlo a pasear por las tardes. Al llegar a casa después del trabajo, me cambiaba a ropa cómoda, colocaba al bebé en el cochecito y salíamos a recorrer el vecindario.
Una tarde, casi al terminar el paseo, los cálidos rayos del sol iluminaron el rostro de mi bebé, acentuando sus ojos grises. Lo miré y sonreí; él me miró y me correspondió con la sonrisa más bella que he visto (eso lo heredó de su madre). Aquella tarde decidí guardar en mi corazón esos momentos con mi hijo. Fue entonces cuando recordé a María y lo que Lucas dice de ella: “María guardaba todo esto en su corazón, y lo tenía muy presente” (Luc. 2:19).
¿Qué era lo que María guardaba en su corazón? Si lees los primeros dos capítulos de Lucas notarás que todas las experiencias de María hasta ese momento son positivas: la Anunciación (Luc. 1:31-33), Elisabet bendice a María (vers. 41-45), el Magnificat (vers. 46-55), el nacimiento de Jesús (Luc. 2:6-7) y la llegada de los sabios para adorar al niño, diciendo que un ángel les había dado la noticia y que habían presenciado un concierto entonado por las huestes celestiales (vers. 8-18). Todas esas experiencias positivas quedaron guardadas en el corazón de María.
Atesorar buenos recuerdos es un poderoso recurso contra la depresión. La terapeuta Denise Winn señala que revivir los buenos recuerdos reduce la ansiedad y ayuda a manejar el estrés. Aunque todos sufrimos, en nuestras manos está la decisión de qué almacenaremos en nuestra mente. ¿Convertirás tu corazón en una bóveda de amargura, resentimiento y rencor o en un depósito de esperanza, amor y felicidad? Aunque esta parezca una decisión muy privada, la realidad es que somos un reflejo de lo que guardamos en nuestra mente.
Hoy te invito a transformar tu mente en un almacén de gratos recuerdos que, en el futuro, te brinden la capacidad de afrontar las dificultades. ¿Y qué mejor forma de empezar a llenar ese depósito que recordar “las maravillas que hizo el Señor” (Sal. 77:12)?