
Lea, la rechazada
“Estando abatidos se acordó de nosotros, porque es eterno su amor”. (Sal. 136:23)
Ella era la mayor, pero siempre había vivido opacada bajo la sombra de su hermana menor. Un día, el hijo de un rico pariente llegó a hospedarse en su casa y un mes después decidió casarse con una de las dos hermanas: la menor.
El narrador bíblico nos describe a ambas señoritas: “Lea tenía unos ojos muy tiernos, pero Raquel era hermosa de pies a cabeza” (Gén. 29:17). La descripción de Lea ha sido objeto de debate. Algunos han sugerido que “ojos tiernos” realmente es una forma delicada de referirse al estrabismo. Otros que la expresión denota que sus ojos “carecían del lustroso brillo que se considera una característica de la belleza femenina en Oriente” (John Skinner, A Critical and Exegetical Commentary on Genesis (Scribner, 1910), p. 383).
Independientemente de cuál interpretación escojas, lo cierto es que “Lea tenía unos ojos muy tiernos, pero Raquel era hermosa de pies a cabeza” (Gén. 29:17). Por eso Jacob escogió a Raquel. Pero gracias a las artimañas de su padre Labán, la noche de bodas Jacob recibió a Lea como esposa, lo que profundizó mucho más el rechazo de Jacob hacia ella y generó rivalidad entre las dos hermanas.
Posiblemente tú te sientas identificada con Lea. Tal vez no te sientes valorada por tu pareja, quizás no encajas en los cánones tradicionales de belleza de nuestra sociedad, o es posible que te hayas pasado toda la vida viendo cómo otras personas reciben el respeto y el aprecio de tus padres, tus jefes o incluso de tu iglesia, mientras tú quedas relegada a un segundo plano.
Pero la historia de Lea, así como la de toda hija de Dios, no quedó definida por el rechazo. Aunque Jacob no amaba a Lea, ¡Dios sí la amaba! “Cuando el Señor vio que Jacob despreciaba a Lea, hizo que esta tuviera hijos” (Gén. 29:31). ¡Y qué clase de hijos! De uno de ellos, Levi, provienen Moisés y Aarón, así como todos los sacerdotes. De otro de ellos, Judá, provienen David, Salomón, todos los reyes y Jesús, el Mesías y Salvador.
Hoy Dios sigue siendo el Dios de los rechazados. Él te mira con amor y desea bendecirte y, como hizo con Lea, convertirte en un instrumento para bendecir a otros.