Las siete cartas para las siete iglesias – parte 1
“¡El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias! A los que salgan vencedores les daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (Apoc. 2:7).
Después de una visión deslumbrante de Jesús, el Apocalipsis comienza con una serie de notas breves a siete iglesias ubicadas en Asia Menor (hoy Turquía). Pero no se trata de meras cartas; se trata de mensajes cruciales.
Las palabras las dice Jesús directamente a las iglesias. Cada carta comienza con una descripción de Jesús: “El que tiene las siete estrellas en su mano derecha y anda en medio de los siete candelabros de oro” (Apoc. 2:1, a Éfeso); “el primero y el último, el que murió y ha vuelto a vivir” (2:8, a Esmirna); “el que tiene la aguda espada de dos filos” (2:12, a Pérgamo); “el Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de fuego y los pies como bronce pulido” (2:18, a Tiatira); “el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas” (3:1, a Sardis); “el Santo, el verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra” (3:7, a Filadelfia); “el Amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios” (3:14, a Laodicea).
Cada una contiene una evaluación del estado espiritual de la iglesia: “Conozco tu duro trabajo y tu constancia” (2:2, a Éfeso); “yo conozco tus sufrimientos y tu pobreza” (2:9, a Esmirna); “yo sé que vives donde Satanás tiene su trono; sin embargo sigues fiel a mi causa” (2:13, a Pérgamo); “toleras a esa mujer, Jezabel” (2:20, a Tiatira); “yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto” (3:1, a Sardis); “aunque tienes poca fuerza, has hecho caso de mi palabra” (3:8, a Filadelfia); “no eres frío ni caliente” (3:15, a Laodicea).
Aconseja a cada una: “Arrepiéntete” (2:5, NVI, a Éfeso); “no tengas miedo” (2:10, a Esmirna); “arrepiéntete” (2:16, a Pérgamo); “conserven lo que tienen” (2:25, a Tiatira); “despiértate” (3:2, a Sardis); “retén lo que tienes” (3:11, a Filadelfia); “te aconsejo que de mí compres oro refinado en el fuego” (3:18, a Laodicea).
Y cada mensaje ofrece promesas a todos los que se mantienen firmes y vencen. A Éfeso, Jesús promete el “derecho a comer del árbol de la vida” (2:7, NVI). A Esmirna, Jesús promete la victoria sobre la muerte eterna (2:11). A Pérgamo, Jesús promete “el maná que está escondido” y una “piedra blanca” con un nuevo nombre (2:17). A Tiatira: “Le daré autoridad sobre las naciones” (2:26). A Sardis, caminar a su lado (3:4). A Filadelfia, Jesús promete protección contra el juicio y constituirlos como columnas del templo de Dios (3:12). Y a Laodicea, Jesús les promete: “El derecho de sentarse conmigo en mi trono” (3:21, NVI).
Continuará…