¿Acaso alguno de ustedes sería capaz?
“¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!” (Mat. 7:9-11, DHH).
A veces, parece que no recordamos el período tan largo de tiempo que nos separa del momento en que estas palabras fueron dichas. Si bien esa seguridad de cuidado por parte del Padre no ha variado, quizás hacer esas preguntas en la actualidad no sería algo tan obvio.
Por todos lados vemos abandono, niños que no tienen qué comer, padres abusivos que los usan para juntar dinero con el fin de saciar sus vicios, padres que se desaparecen y hogares destrozados, con todo lo que eso implica para el presente y el futuro de sus integrantes… con todo lo que eso implica en el presente y futuro de la sociedad.
Ya acercándose al final de su ministerio, Jesús habló de los tiempos futuros y enumeró ciertas señales que indicarían la cercanía del tiempo del fin. Esas señales hoy se están cumpliendo, y esa es otra prueba para confiar en la autoridad y la veracidad de la Biblia:
“Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará” (Mat. 24:12, NVI).
“Se enfrentarán el padre contra su hijo y el hijo contra su padre, la madre contra su hija y la hija contra su madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra” (Luc. 12:53, NVI).
Estamos viviendo en esa época. Si Jesús hablara hoy, probablemente tendría mucho menos con qué comparar su amor, cuidado y protección por nosotros. La buena noticia es que él nos invita a pedir y encontrar en él la abundancia de la que el mundo y algunas familias carecen, y compartirla también.
“Cuando suplicamos al Señor que tenga piedad de nuestras aflicciones y nos guíe mediante su Espíritu Santo, jamás desoirá nuestra oración. Es posible que incluso un padre se aleje de su hijo hambriento, pero Dios jamás puede rechazar el clamor del corazón necesitado y anhelante. ¡Con qué ternura maravillosa describió su amor!” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 122).
¡Que tu amor no se enfríe y puedas mostrar a otros el amor de Dios hoy!