El talento de los leprosos
“Entonces se dijeron unos a otros: –Esto no está bien” (2 Rey. 7:9, NVI).
Me encanta la variedad de historias de la Biblia. Hay algunas escalofriantes, con realidades que superarían la trama de las mejores novelas. Encontramos muchas de ellas en el Antiguo Testamento y te animo a que las conozcas más. Hoy vamos a reflexionar en la del sitio de Samaria por parte de Siria.
La consecuente hambruna hizo que cosas no muy comestibles, como la cabeza de un asno o una pequeña medida de algarroba, adquirieran precios exorbitantes, y sobre todo ¡que los padres comenzaran a comerse a sus hijos! El rey se rasgó las vestiduras ante tal situación y dijo que le cortaría la cabeza a Eliseo, el profeta de Dios.
Eliseo, por su parte, no se inmutó y profetizó que, al día siguiente, se compraría de forma muy barata harina y cebada, como si nada hubiera pasado. Nadie creía lo que él decía. La situación parecía irremediable y, su profecía, irrealizable.
Simultáneamente, cuatro leprosos que estaban a la entrada de la ciudad decidieron aventurarse al campamento de los asirios para rendirse, con la esperanza de que les perdonaran la vida. Ya no tenían nada que perder. De todas formas morirían: de hambre o a espada. Pero ¡qué sorpresa se llevaron al encontrar el campamento deshabitado! Dios había confundido a los sirios y ellos se habían dado a la fuga temprano de mañana. Habían dejado todo intacto, así que los leprosos se encontraron con abundancia de comida, bebida, plata, oro y ropa… y nadie que los molestase.
Cuando mi papá predicaba sobre esta historia, mencionaba una frase que me quedó muy grabada: “El cristianismo consiste en que un mendigo le diga a otro dónde encontrar pan” (D. T. Niles).
Eso hicieron estos mendigos leprosos al reflexionar y llevar esas buenas noticias. Eso es lo que podemos hacer hoy con los escasos o abundantes recursos que tenemos a disposición. Es lo que debemos hacer con nuestros talentos.
¿Qué tenían ellos más que unos harapos y unos rostros desfigurados? Buenas noticias. Más que suficiente.