Jueves 09 de Diciembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Líderes del Señor

Jueves 09 de Diciembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Líderes del Señor

Líderes del Señor

“Las aldeas de Israel quedaron del todo abandonadas. Fue entonces cuando yo me levanté, ¡yo, Débora, una madre de Israel!” (Juec. 5:7).

Sara, Débora, Ester y María son algunas de las mujeres de la his­toria sagrada que ocuparon una posición de liderazgo sobre el pueblo de Israel, en el tiempo en que les tocó vivir, y lo ejercieron con discipli­na, eficacia, perseverancia y diligencia. Con ello, nos dejaron un ejemplo y una fuente de inspiración sobre cómo vivir un liderazgo basado en una re­lación de dependencia con Dios.

En este tiempo que nos ha tocado vivir a nosotras, también hacen falta mujeres cristianas que ejerzan un tipo de liderazgo que Dios quiere ver en su iglesia. El llamado al liderazgo cristiano se extiende a cada una de nosotras sin excepción; sí, a ti también, querida amiga que lees estas líneas. Sin embargo, la decisión de asumirlo es personal. Las únicas cualidades necesarias son tener vocación de servicio, estar dispuestas a pagar el precio que esto implica y, a través de lo que hacemos, glorificar a Dios, sin buscar reconocimientos, lisonjas humanas, honra o renombre.

Quien esté dispuesta a desgastarse en el servicio deberá comenzar en su propia experiencia, a través de la conversación con Dios, la perseverancia en la oración y la permanencia en el camino que lleva a la perfección mediante Cristo Jesús. 

Al transitar por el camino que nos lleva al cielo, tendremos que hacer fren­te a las experiencias más desafiantes y en ocasiones frustrantes. Cuidar de los hijos y del matrimonio, permanecer puras en medio de las impurezas, y sos­tenernos fuertemente de la mano del Todopoderoso son algunos de los retos que el liderazgo conlleva. 

Mujer cristiana, ocupa tu lugar sin desmayar. La debilidad nace cuando dependemos de nosotras mismas y de nuestras capacidades, y dejamos de con­fiar en el brazo fuerte que nos sostiene cuando tropezamos. “Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el corazón de Cristo, porque él les ha dado pruebas evidentes de su amor. Quiere que se afirmen, fortalezcan y cimenten en la santísima fe. […] El amor de Cristo por sus hijos es a la vez tierno y firme” (Mensajes para los jóvenes, p. 106). 

La tarea está por delante. ¡Vamos en el nombre del Señor!

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