Acerquémonos
“Acerquémonos, pues, con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22).
El hombre construye muros y abismos; Dios, puentes y caminos. Cristo es el Camino. Acercarse es nuestra respuesta a la iniciativa de Dios. Nadie que se acerca recibe migajas o sobrantes. No son monedas las que nos aguardan sino las abundantes riquezas de la gracia de Dios, de vida, y en abundancia.
El acercarnos confiadamente no está basado en nuestros méritos, recursos o influencias. La seguridad está anclada en Dios. No es por quién soy yo, sino por quién es él.“Debemos recibir la seguridad de que no necesitamos ir al cielo para traer a Jesús junto a nosotros, ni a lo profundo para acercarlo a nuestro lado, porque está a nuestra mano derecha, y su ojo está siempre sobre nosotros […]. Es la única forma en que podemos tener confianza en Dios” (Elena de White, Hijos e hijas de Dios, p. 29).
Nos acercamos por nuestra propia protección y salvación. Dios no envía el mal, pero Dios suelta los vientos, y el enemigo hace su obra. Dios permite a veces situaciones fuertes, que son su llamado a una vida más espiritual, fiel y misionera. Dios nos concede a todos una oportunidad. No puedo decir que es la última, pero bien podría serlo para mí.
“Acercarse” significa “experimentar una íntima comunión, con un corazón sincero, íntegro, sin fingimiento, sin hipocresía ni reservas de ninguna clase”. Ese acercamiento es en plena certidumbre y seguridad, con una fe firme en el poder de Cristo, que limpia el alma de pecado e imparte gracia para vivir venciendo el pecado.
Los corazones son purificados, rociados por la sangre de Cristo, y los cuerpos son lavados. El agua es de suma importancia y valiosa para la limpieza en general, y es un símbolo adecuado de la eliminación de los pecados de la vida. La evidencia externa da testimonio de la transformación interna que se ha efectuado. El bautismo proclama delante de todos una decisión de participar de los privilegios que siguen a la conversión y de aceptar sus responsabilidades.
En la Cruz, Cristo nos salvó de la condenación del pecado. En el Santuario, nos salva de la culpa del pecado. Y en su venida, nos salvará de la presencia del pecado.
Confía y acércate.