Dios estaba con él
«Entonces todas las naciones del mundo verán que eres el pueblo elegido por el Señor y quedarán asombradas ante ti».
Deuteronomio 28:10, NTV
Durante muchos años, aquel anciano misionero había predicado el evangelio en la región. Todos en la comunidad lo reconocían como un hombre consagrado al servicio de Dios. Pero últimamente las cosas se estaban complicando en la zona, ya que los grupos al margen de la ley habían decidido ubicarse en aquel lugar para desarrollar desde allí sus actividades ilícitas.
Cuando el nuevo comandante de ese grupo se percató de las constantes visitas del misionero, decidió mandar a un grupo para hacer un reconocimiento de la situación. Estos combatientes se hicieron pasar por personas comunes de la comunidad y asistieron durante varios fines de semana a escuchar la Palabra de labios de aquel misionero. Al principio su propósito era conocer mejor a ese hombre a quien todos apreciaban y escuchaban con atención. Pero poco a poco algo comenzó a cambiar en ellos. El poderoso mensaje fue calando en sus mentes y corazones. Cuando el comandante se dio cuenta de que la enseñanza de aquel predicador chocaba con la ideología que quería implantar en los habitantes de la región, decidió silenciar esa voz para siempre.
-¡Mátenlo! —dijo—, y no dejen evidencias.
Aquellos hombres no se atrevieron a hacerle daño al misionero. Habían quedado cautivos del mensaje. Así que le advirtieron del peligro que su vida corría. Al regresar al campamento dieron el informe:
—Sentimos temor de matar a ese hombre, comandante. Dios está con él.
Como se negaron a cumplir con la orden, fueron relevados de la misión y en su lugar enviaron a los combatientes más peligrosos de aquel grupo rebelde.
El fin de semana todo estaba listo para la ejecución. El misionero acudió como de costumbre. La reunión inició y la gente escuchaba de buena gana. Entonces aparecieron los hombres armados y encapuchados, tomaron al misionero y lo llevaron a una zona boscosa para ultimarlo. Le amarraron las manos a la espalda, lo acostaron boca abajo y cuando la persona encargada de darle el tiro de gracia se dispuso a apretar el gatillo, otro grupo de hombres uniformados y fuertemente armados aparecieron de entre los arboles, neutralizaron a los secuestradores, rescataron al misionero y se lo llevaron. ¿Sabes quiénes eran? ¡Eran los que se habían negado a matarlo antes! Habían desertado de aquel grupo rebelde y habían regresado a la vida civil.
No sé qué peligros asechan tu vida hoy. Lo que sí puedo asegurarte es que @Dios está contigo. Él te dice: «No tengas miedo. El mundo se asombrará ante ti».
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