Matutina para Mujeres, Domingo 21 de Febrero de 2021

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Vejestud, divino tesoro

“Las ancianas deben portarse con reverencia. […] Deben dar buen ejemplo y enseñar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser juiciosas, puras, cuidadosas del hogar” (Tito 2:2-5).

Revisando libros en una biblioteca, encontré un título que llamó mi atención: La vejestud. Leí algunos fragmentos que me parecieron interesantes. Una frase de Bonnie Prudden, reconocida escaladora, me inspiró a escribir esta reflexión: “No podemos volver el reloj atrás, pero le podemos volver a dar cuerda”.

La vejez es una etapa de la vida no solo cargada de años, arrugas y achaques; también de experiencias, vivencias y recuerdos. Es cuando la cuenta de los años pasa a un segundo plano, para entrar en el camino nuevo que nos lleva a la espiritualidad, a lo esencial, dejando atrás las cosas banales y superfluas de la vida. Todo esto y mucho más es lo que hace de la vejez una etapa que nos ofrece un caudal de opciones. 

En la vejez, somos conductoras expertas de la vida. Lo físico y lo temporal se desplazan a un segundo plano y nos convertimos en maestras para los que vienen detrás. Siempre he escuchado frases como “juventud, divino teso­ro”; ¿menospreciaremos el tesoro de los que han pasado por todas las edades del ciclo de vida, convirtiéndose en “maestras del bien”?

Vivimos tiempos en que la gente cree poder comprar la juventud a través de sesiones de spa, clí­nicas rejuvenecedoras, o cremas y aceites. Pero ¿quién nos ha hecho creer que llegar a viejos es equivalente a ser inservibles?

Tus sienes grises y los surcos de tu piel no son signos de derrota; te con­vierten en una guerrera triunfadora, te avalan como maestra del bien, te ponen en una condición de guía, orientadora y consejera. Es una posición de privi­legio que debes asumir con gratitud y gozo. No te mires en el espejo con molestia pensando que tu compromiso con la vida ha terminado. La juventud no es solo un estado físico; tiene que ver con la actitud. Aprende a vivir con tus años; aún tienes alas y, si te pones en las manos de Dios, volarás muy alto.

Dios dice: “Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; mas los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isa. 40:30, 31, RVR 95).

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