El sacrificio
“El Ángel de Jehová dijo a Abraham: ‘Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos’ ” (Génesis 22:16, 17).
Imagínate que un día despiertas temprano, cuando está amaneciendo, y tu padre te dice: “Hijo, vamos a salir de viaje”. Tú te emocionas muchísimo y le preguntas: “¿A dónde vamos y en qué vamos a viajar?” Él responde: “Vamos a ir a una montaña que queda a un par de días de viaje e iremos caminando”. Como eres un niño obediente, partes a la aventura con papá. El viaje es polvoriento y la montaña se ve muy lejana. A la vez, observas que tu papá está silencioso y en momentos para a descansar y a orar. Comienzas a captar que esta aventura es más que eso, es más bien una misión. Al tercer día de este viaje, tu padre dice: “Hijo, este el lugar donde nos detendremos y prepararé un altar para adorar a Dios”.
Tu padre edifica allí el altar y pone la leña sobre las piedras. Tú le preguntas: “¿Dónde está el cordero que será ofrecido como ofrenda en este altar?” Tu padre responde: “Hijo mío, Dios proveerá el cordero para el holocausto”. Luego de un momento tu padre te explica que Dios le ordenó hacer este sacrificio y te pone sobre la leña. “¡¿Qué?! ¿Yo? Pero, ¿por qué yo?” Quizás gritarías: “¡Mamá, auxilio! ¡Alguien que me ayude!”
No creo que te suceda algo así; sin embargo, esta fue la historia de Isaac. Es impresionante no solo porque muestra la fe total de Abraham en Dios, sino también porque muestra la gran fe y obediencia de Isaac. La Biblia no registra que él haya intentado escaparse mientras su padre lo perseguía. Más bien el relato bíblico dice que él sumisamente obedeció la indicación de Dios y de su padre.
Esta historia termina diciendo que un ángel le dijo a Abraham: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”.
Te pregunto a ti: ¿Tienes una fe como la de Isaac? ¿Eres obediente a Dios y a tus padres cuando te piden que hagas algo? Sé siempre fiel y así ¡gana tus victorias espirituales!