Hasta aquí nos ayudó Jehová
“Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Ebenezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová” (1 Sam. 7:12).
Esperé mi turno ansiosamente hasta poder acercarme. Entonces, extendí los dedos y apoyé mis manos suavemente sobre la pared fría. Inclinando la cabeza, junto con las demás mujeres, susurré una oración: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en él confiaré…” (Salmo 91).
El Muro de los Lamentos, en la antigua ciudad de Jerusalén, es un lugar de oración. Personas de todas partes del mundo lo visitan para rezar y dejar cientos de papelitos con peticiones y agradecimientos en las ranuras de las piedras. Parada frente al Muro Occidental, me sentí arropada, envuelta en esas oraciones susurradas en todos los idiomas imaginables. Una emoción difícil de describir me anudó la garganta. ¿Cuántas manos tocaron esta pared? ¿Cuántos labios pronunciaron bendiciones —por cuántas generaciones— frente a estas mismas piedras? Las piedras del muro son un testimonio de la historia de Israel, y nos ayudan a recordar.
La Biblia nos instruye a que recordemos nuestro pasado y de dónde venimos (Deut. 7:8-10; 8:2). Necesitamos, como hizo Samuel, colocar piedras en el camino que nos recuerden que “hasta aquí nos ayudó Jehová” (1 Sam. 7:12). La cultura de consumo en la que estamos inmersas hace que nos enfoquemos en las cosas nuevas que podemos tener. Hace que olvidemos los regalos recibidos tan pronto como los desenvolvimos. Dios nos llama a la rebeldía cultural. Debemos recordar el camino y bendecir el proceso que nos trajo hasta aquí.
Haz una pausa y considera todo lo que ya tienes. Recuerda todas las batallas que el Señor ya ganó por ti. Escoge ser agradecida y no olvidadiza. Entonces, erige una piedra emocional en tu alma, inclina tu cabeza y susurra una oración de agradecimiento.
¡Gracias, Señor, por ayudarme hasta aquí! No lo hubiera logrado sin tu compañía. Todos estos años, tú me guiaste de la mano, supliendo cada una de mis necesidades. Me diste más de lo que me atrevía a soñar o a pedirte; más de lo que nunca pueda merecer. Hoy solo quiero agradecer.
Amén, gracias por compartir, bendiciones de lo alto
Amen. Amen y amen, gracias Padre porque hasta aquí me has ayudado