Se inventa el fonógrafo
“Tú, Daniel, guarda estas cosas en secreto y sella el libro hasta la hora final, pues muchos andarán de un lado a otro en busca de cualquier conocimiento” (Daniel 12:4, NVI).
El 19 de febrero de 1878, Thomas Edison patentó un nuevo invento llamado “máquina parlante”. Tal vez hayas visto esta máquina en las películas antiguas o escuchado el sonido rasposo de este primitivo reproductor de música. “Fonógrafo” es el nombre más reciente que se le dio a este aparato y, aunque causó un gran revuelo a finales del siglo XIX, su popularidad se ha desvanecido tanto como el sonido que produce.
El primer fonógrafo estaba formado por un cilindro envuelto en papel de aluminio; funcionaba con una manivela y, en realidad, utilizaba dos agujas para emitir el sonido. ¿Puedes adivinar cuál fue la primera canción que hizo que la gente abriera los ojos ante la melodía que emitía? Fue “Mary Had a Little Lamb” [María tenía un corderito]. No fue sino hasta diez años después que se fabricaron discos, pero no eran nada similares a los que llenaban las estanterías de tus abuelos en los años 60 y 70; eran de cera, no de vinilo ni de plástico.
Desde entonces, se han inventado nuevos y mejores tipos de máquinas para hacer lo mismo que el fonógrafo: reproducir música. Llegaron las máquinas de carrete, esos monstruos que se parecen a los viejos proyectores de películas. Luego, los reproductores de ocho pistas, seguidos de los reproductores de casetes. El walkman hizo furor cuando apareció en las estanterías de las tiendas a mediados de la década de los 1980. Hoy, para escuchar música, utilizamos los viejos reproductores de CD y MP3, así como iPads, tabletas, computadoras portátiles y teléfonos móviles. Y si esperas un año o dos, saldrá algo nuevo, listo para que lo compres.
El conocimiento está aumentando a tasas dramáticas, y nuestra capacidad de hacer cosas aun más sorprendentes solo crecerá a medida que se acerque la venida de Jesús. Los científicos nos dicen ahora que, a causa de Internet, el conocimiento se duplica cada trece horas. ¡Vaya! ¿Quién sabe qué tipo de cosas inventaremos después? Y sin embargo, ¿cuánto sabemos realmente? Tenemos muchos aparatos, y algunos de nosotros sabemos mucho respecto a cómo funcionan y lo que pueden hacer; pero, si nos pasamos todo el tiempo corriendo de aquí para allá queriendo conseguir el último aparato, ¿estaremos alguna vez realmente satisfechos?
Después de adquirir lo último en tecnología y abrir el paquete, ¿respiramos aliviados y decimos: “Por fin estoy contento”? Disfrutemos de nuestros incrementos en tecnología, pero asegurémonos de hacer de Jesús el centro de nuestra vida. Después de todo, para él, lo “último en tecnología” no es más que una “máquina par- lante”.