¿Quiénes son los más útiles?
“En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu” (1 Juan 4:13).
¿Quiénes son las personas más útiles en el servicio a Dios? De acuerdo con una conocida cita del Espíritu de Profecía, son las que más aman a Cristo (El Deseado de todas las gentes, p. 216).
No hace mucho, leí un relato que ilustra bien este punto. Tiene como protagonista a Edward Kimball, un tímido maestro de Biblia que amaba a Cristo y que se había propuesto hablar del Salvador a un joven de 18 años que trabajaba como dependiente en una zapatería.
Era 21 de abril de 1855, y Kimball se sentía muy nervioso porque no sabía cómo presentar el evangelio a otra persona. Caminaba de un extremo al otro de la calle, mientras se preguntaba si debía entrar a la zapatería. Cuando finalmente entró, llegó hasta el lugar donde el muchacho se encontraba. Mirándolo a los ojos y sin mayores rodeos, le habló del amor de Dios por él. Para su sorpresa, al instante el joven aceptó a Cristo en su corazón y lo confesó como su Salvador personal.
¿Quién era el muchacho que trabajaba en la zapatería? Dwight L. Moody, quien años más tarde, durante el siglo XIX, se convertiría en el evangelista de mayor renombre en los Estados Unidos, y por cuyo intermedio miles de personas llegaron a conocer a Cristo, no solo en los Estados Unidos, sino también en Gran Bretaña y Escocia (“Putting Fear in its Place”, Signs of the Times, marzo de 2005, p. 8).
¡Qué curioso! El nombre de Moody figura entre “los grandes” en la historia del cristianismo; no así el de Edward Kimball. Al pensar en este hecho, no puedo evitar preguntarme: el servicio de Kimball, desconocido para muchos, ¿habrá sido para Dios de tanto valor como el que brindó Dwight L. Moody a la humanidad? Sobre todo, me pregunto: ¿Cuántos “Kimballs” habrá hoy en nuestras iglesias? Gente común que, habiendo puesto el yo a un lado, están viviendo una vida completamente consagrada a Dios y están compartiendo el amor de Cristo dondequiera que van. Será en el cielo cuando conoceremos todo el bien que ellos hicieron a la iglesia y a la humanidad.
Hoy es un buen día para pedir a Dios que nos llene de su Espíritu. Solo así podremos vivir de un modo que glorifique su santo nombre.
Padre celestial, capacítame para dejar obrar al Espíritu Santo en mi corazón, de modo que yo pueda vivir una vida completamente consagrada a ti.
Amado Padre… que sienta su Santo Espíritu y no mi yo!..solo en sus manos puedo hacer lo mejor para Gloria tuya.. pero que lo haga, gracias por el consolador!
Amen