No se trata de mí
“Luego Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme’ ” (Mat. 16:24, NTV).
El orgullo tiene la capacidad de infiltrarse y contaminarlo todo, incluso nuestros dones y nuestro llamado. Al enemigo realmente no le importa que estemos haciendo lo correcto. Mientras lo hagamos por las razones equivocadas, él habrá ganado la partida. Sharon Hodde Miller, autora y teóloga estadounidense, confiesa que, en un momento de su vida, su llamado se transformó en un mecanismo para ganar aplausos y aprobación. “Si yo puedo transformar el ministerio en algo que se trate de mí, entonces ningún llamado es inmune. Aun los más nobles y mejores llamados son vulnerables al orgullo. Ya sea como director ejecutivo, como trabajador social o como ama de casa, puedes transformar tu llamado en algo que se trate de ti” (tal como lo narra la autora en el artículo “Your Calling Actually Isn’t About You”).
Cuando permitimos que el orgullo contamine nuestro llamado, tarde o temprano aquello que amábamos no nos traerá más placer. Nos llenaremos de ansiedad y miedo. Sentiremos que no podemos correr riesgos o equivocarnos, porque podría costarnos la aprobación de los demás, que tanto anhelamos. La incomodidad y la insatisfacción que sentimos cuando el llamado apunta hacia nosotras, en lugar de apuntar al Cielo, es una oportunidad. La insatisfacción es una maestra que nos enseña que estábamos cavando cisternas rotas, en lugar de beber el agua viva (Jer. 2:13). “En algún momento, el llamado egocéntrico entrará en conflicto con el llamado cristocéntrico, porque los llamados cristocéntricos siempre conducen a una cruz. […] Implican sufrimiento, sacrificio y quedar como una tonta”, escribe Sharon. En algún momento, vamos a tener que escoger entre proteger nuestra comodidad y reputación, o seguir a Cristo (quien sacrificó su comodidad y reputación por salvarnos). Después de todo, Cristo nunca prometió comodidad y fama, sino dificultad y sacrificio.
Señor Jesús, es tan fácil apartar la mirada de ti y hundirme en el océano del orgullo. ¡Sálvame, porque perezco! Rescátame de mi vanidad y depura mi carácter, Señor. Ayúdame a identificar las oportunidades que pones a diario en mi camino para desarrollar la humildad. No quiero esquivar esas cruces; enséñame a cargarlas con obediencia y humildad. ¡Sin cruz no hay corona! Mi llamado no se trata de mí. Mis talentos no son solo para mí. Todo lo que tengo y lo que soy es para tu gloria. ¡Amén!
Amen
Que no aparte nada para mi; sino que para ti sea lo primero, lo último y lo mejor!