El examen de Fletcher
«Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad». Efesios 4: 23, 24
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador personal, sin duda ocurre un cambio notable en nuestra vida, pero hay algunos aspectos que tendremos que ir ajustando con el tiempo. Esa es la idea que presenta Pablo en el versículo de hoy: una renovación espiritual y mental. El apóstol nos recomienda despojarnos del viejo hombre, nuestra vieja manera de vivir, poner a un lado los deseos engañosos y renovarnos espiritualmente.
Cuando sopló el viento, cerró bruscamente la puerta de una de las oficinas. El detalle estaba en que las llaves se habían quedado dentro. Al instante todos pensaron en él. Todos habían escuchado de su pasado. Había sido parte de una pandilla juvenil, y entre las muchas tareas delincuenciales a su cargo, estaba la de abrir puertas y cerraduras. Por eso se acercaron a su oficina y, después de presentarle el problema, le rogaron que abriera la puerta que se había cerrado. Pero no esperaban esa respuesta.
—Lo siento —dijo—. Eso forma parte de mi triste pasado. Repetirlo ahora me trae recuerdos que anhelo que desaparezcan de mi mente. Soy un nuevo hombre en Cristo, no puedo hacerlo.
John Wesley dijo que John Fletcher era el hombre más santo que había conocido en Europa y en América; y que lo era porque diariamente se examinaba para saber si su proceder estaba de acuerdo con los planes de Dios, para lo cual se hacía varias preguntas.
Aquí te comparto algunas: ¿Desperté espiritualmente y tuve cuidado de guardar mi mente de pensamientos errantes, cuando me levanté esta mañana? ¿Me he acercado a Dios en oración? ¿Se ha debilitado mi fe por no haber velado, o ha sido avivada por haberla puesto en actividad hoy? ¿Me he abstenido de expresar palabras y pensamientos poco bondadosos? ¿He aprovechado mi tiempo precioso, mis fuerzas y mis oportunidades según la luz que Dios me ha dado? ¿He derrochado cualquier cosa por agradarme a mí mismo, cuando pude haber guardado el dinero para la casa de Dios? ¿He gobernado bien mi lengua, recordando que en la multitud de palabras no falta pecado? ¿En cuántas ocasiones me he negado a mí mismo hoy? Mi vida y mis palabras ¿han honrado el evangelio de Cristo?
Hoy @Dios te invita a poner bajo la lupa tu vida: «¿Estás viviendo para mí? Renueva hoy tu manera de ser, y tú y otros notarán la diferencia».