¿Cuál?
“Den siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20, RVC).
Frank W. Boreham regresaba de sus vacaciones cuando se puso a pensar en todo lo bueno que había ocurrido durante esos días. Para su sorpresa, su recuerdo más preciado no era el de una actividad especial que hubiese realizado, sino el de un relato que alguien le había contado acerca de un ebrio de nombre John. John había sido alcohólico durante toda su vida. Su vicio, como suele suceder, había traído desgracia a su vida y a la de María, su esposa. Pero ese cuadro cambió radicalmente cuando John asistió a la iglesia y, con el tiempo, entregó su vida a Cristo.
Un día, mientras hablaba con un amigo, John mencionó lo que él consideraba una bendición muy especial de su nueva vida.
–Todo el día –dijo John– he dado gracias a Dios por esa bendita palabra
“cuál”.
–¿Qué quieres decir? –preguntó el asombrado amigo.
John le contó entonces a su amigo que, entre todo lo bueno que había sucedido después de su conversión, se contaba el hecho de que ahora tenía más dinero para cubrir las necesidades de la familia. Por ejemplo, él, que siempre había tenido solo un traje, ahora tenía dos.
–Anoche –dijo John a su amigo– María estaba arriba cuando le pedí que por favor me bajara el traje que me iba a poner. Desde arriba, María me preguntó: “¿Cuál?” Y yo me sentí tan bien al oír esa bendita palabra.
Cuando María preguntó “¿cuál?”, lo que quería decir era: “¿El traje negro o el gris?” Y a John ese solo hecho le produjo una enorme satisfacción porque, entre todas las bendiciones de su conversión, ahora podía escoger qué ropa se podía poner (Mountains in the Mist, p. 99).
¡Qué interesante! John agradece a Dios porque ahora tiene dos trajes. Y Frank Boreham –quien nos narra el relato– regresa a casa más consciente de una bendición por la cual no ha estado lo suficientemente agradecido: el privilegio de poder escoger.
Si algo nos enseña la historia de John y sus dos trajes, es que, gracias a Dios, nada nos falta, y en algunos casos, más bien, nos sobra. No sé tú qué piensas, pero creo que aquí hay una buena razón para dar gracias a Dios.
¿Cuál vestido te pondrás hoy? ¿El azul, el verde, el rojo…? ¿Cuál traje? ¿Cuál par de zapatos? ¿Cuál alimento pondrás en tu mesa? ¡Oh, Dios, qué bueno es poder escoger!
Gracias, bondadoso Padre celestial, porque nada me falta; y por Jesucristo, mi bendito Salvador. Es gracias a él que puedo disfrutar de toda esta bondad.