Confianza
“Fue por la fe que Abraham obedeció cuando Dios lo llamó para que dejara su tierra y fuera a otra que él le daría por herencia. Se fue sin saber adónde iba” (Heb. 11:8, NTV).
John Kavanaugh visitó Calcuta por unos meses y se dedicó a servir a los pobres en la casa de los moribundos indigentes, junto a la Madre Teresa. Un día, cuando John fue a ver a la Madre Teresa, ella le preguntó en qué lo podía ayudar. Entonces, John le pidió que orase para que Dios le diera lucidez. Sorprendentemente, la Madre Teresa se negó, y le dijo que la lucidez era el último ídolo al que se aferraba y que tenía que soltarlo. Cuando John dijo que le parecía que ella poseía la lucidez que él deseaba, la Madre Teresa se rió y contestó: “Nunca he tenido lucidez; lo que siempre he tenido es confianza. Así que, voy a rezar para que confíes”.
No hay nada malo en pedirle a Dios que nos guíe y nos dé sabiduría. Sin embargo, también es importante entender que siempre existirá cierto nivel de incertidumbre en nuestra vida. Caminar con Dios implica aceptar que no todo puede ser explicado y controlado. Implica convivir con un misterio irreductible. La autora Shelly Miller lo describe con estas palabras: “La incertidumbre nos recuerda que Dios mora en el misterio. Sus caminos casi nunca son directos. Vagar es una labor requerida, porque primero debemos saber que somos amadas. Y creer en el amor de Dios no siempre se da en línea recta” (como se cita en Back Roads to Belonging [Camino de regreso a la pertenencia], de Kristen Strong). Mucho más que información o lucidez, necesitamos confianza en Dios y en el proceso.
Dios no elige el camino más corto, el más directo o el más comprensible, sino el mejor. El camino que revelará más plenamente su amor. Con todo, habrá demoras e incertidumbre. Habrá dolorosas pérdidas y misterios incomprensibles. Hay preguntas que solo el Cielo podrá responder satisfactoriamente (Apoc. 21:4). Mientras tanto, lo que necesitamos es fe. Debemos confiar en Aquel que venció al mundo (Juan 16:33) y continuar avanzando por fe, no por vista.
Señor, cuando esté desesperada por recibir respuestas y por entender y controlar tolo lo que me sucede, dame confianza. Cuando el misterio y la pena me envuelvan en su manto de oscuridad, dame fe. Cuando la angustia y la desesperanza me susurren que te olvidaste de mí, abrázame. Más que entender, necesito saber que vas conmigo.
Amén