¿Cuándo viste la luz por última vez?
“¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!” (Salmo 103:2, RVC).
Me gusta coleccionar citas escogidas de mis autores favoritos. Una de esas gemas se encuentra en El ministerio de curación: “Cuando las tentaciones te asalten, cuando las preocupaciones, las dudas y las tinieblas parezcan envolver tu alma, mira hacia el punto en que viste la luz por última vez” (p. 193, parafraseado).
¿Qué quiere decir Elena de White con eso de “mirar hacia el punto donde vimos la luz por última vez”? La respuesta está en el mismo párrafo, unas líneas más adelante: “Cuando el pecado lucha por dominar en el corazón, cuando la culpa oprime al alma y carga la conciencia, cuando la incredulidad anubla la mente, recuerden que la gracia de Cristo basta para vencer al pecado y desvanecer las tinieblas” (ibíd.).
Ahora bien, ¿cómo apropiarnos de esa gracia? Nuestro versículo para hoy nos señala una manera: ¡No olvidar! Cuando reflexioné sobre cuán importante es recordar lo que Dios ha hecho por nosotros, a mi mente vino una dura experiencia que David vivió como fugitivo. Primero, debido a la fiera persecución de Saúl, le tocó abandonar su propio país (ver 1 Sam. 27). Luego, también los filisteos lo rechazaron (cap. 29). Cuando, rechazado “por propios y extraños” David regresó con sus hombres a Siclag, donde moraba, encontró que los amalecitas habían prendido fuego la ciudad y se habían llevado cautivos a todos sus familiares (1 Sam. 30:1). La situación se volvió tan difícil, que el pueblo amenazó con apedrearlo. ¡Peor, imposible!
Dice el relato que en ese momento de crisis extrema “David se fortaleció en el Señor su Dios” (vers. 6). ¿En qué sentido se fortaleció? En esa hora tan difícil, David “repasó su vida agitada por tantos acontecimientos […] Su alma se refrigeró recordando las muchas evidencias del favor de Dios” (Patriarcas y profetas, p. 749). Entonces David oró, y el Dios que nunca le había fallado tampoco lo abandonó en el momento de la prueba.
Si ahora mismo estás atravesando por un momento difícil en tu vida, si sientes que las tinieblas envuelven tu alma, entonces es hora de recordar que “la gracia de Cristo basta para vencer al pecado y desvanecer las tinieblas”. Es hora de recordar que el Señor nunca te ha abandonado. ¡Es hora de mirar al punto donde viste la luz por última vez!
Señor Jesús, que en el momento de la prueba yo pueda recordar que nunca me has abandonado. Que pueda recordar, además, que tu gracia es suficiente para vencer el pecado y desvanecer las tinieblas, ¡no importa cuán densas puedan parecer!