El remanente fiel
“También Isaías proclama acerca de Israel: ‘Aunque el número de los hijos de Israel fuera como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo’ ” (Romanos 9:27).
¿Qué es un remanente? Técnicamente, es “lo que queda” y “el resto”. Dios siempre ha tenido, a través de la historia, un remanente que permanece fiel a su Palabra. Isaías cumple su ministerio cuando Asiria está en su apogeo y arrasa con todos los pueblos. El siervo del Señor claramente profetiza:
“Aunque el número de los hijos de Israel fuera como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo” (Isa. 10:22).
La nación entera no escaparía del castigo divino; solo se salvaría un remanente. El mensaje del remanente fue clave en las enseñanzas y la misión de Isaías; incluso Dios le ordenó que pusiera a uno de sus hijos el nombre de Sear-jasub (que significa “Un remanente volverá”), para recordar la promesa. Los que eran parte del remanente habían sido sostenidos por la misericordia de Dios y sobrevivido a guerras, cautiverios, pestes y hambrunas. Además, habían soportado y rechazado la idolatría, y fueron preservados por el Señor como su pueblo elegido, fiel y misionero.
Por eso, en Romanos 9:27, Pablo aplica el término “remanente” a los judíos de sus días que ya eran cristianos. En Romanos 11:5 habla de estos judíos cristianos como de “un remanente escogido por gracia”, y el “remanente” de Apocalipsis 12:17 es el cuerpo de fieles de Dios, es decir, “lo que queda” de esta larga línea que sobrevivió a los ataques del enemigo a través de todos los tiempos.
Mis amigos Jorge y Mirta siempre desearon vivir en un lugar soñado, de paz, cerca de la ciudad, donde llevar a jóvenes y familias a fortalecer su fe y su fidelidad a Dios. Oraron mucho, se desprendieron de muchas cosas, y haciendo un gran sacrificio adquirieron una propiedad con una tierra muy fértil y productiva, con sembrados de trigo, maíz y soja.
El nombre que le pusieron a la propiedad fue “El remanente”. Esta designación no solo les permitía testificar a los vecinos mediante el nombre, sino también con su testimonio y con una gran variedad de actividades espirituales, de estudio de la Palabra y alabanzas a Dios.
Dios adquirió como su propiedad al remanente con su propia sangre, para ofrecernos su paz, para que nos volvamos a él, para que demos la espalda al pecado y para que vivamos fielmente leales a Jesús, a sus mandamientos y a su misión. Como bien decía Spurgeon: “El cristiano debe ser el hombre más contento del mundo, pero es el menos contento con el mundo”.
Recuerden nuestra preciosa identidad: somos el remanente de Dios. Renueva hoy tu gratitud y el compromiso de fortalecer diariamente la comunión con Dios, y cumple fielmente la misión.