En paz con todos
«Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos». Romanos 12: 18
Hay personas que disfrutan pelearse con los demás. Otros, no se llevan bien ni consigo mismos. Pero para el creyente, las cosas deben ser diferentes. El texto de hoy muestra el deber que tenemos de hacer todo lo posible para mantener buenas relaciones con los demás. Los terapeutas creen que la mayoría de los problemas tienen como trasfondo experiencias dolorosas, déficit y heridas que sufrimos en nuestra etapa de crecimiento. Pablo nos dice que vivir en paz con cada uno es nuestra responsabilidad, a menos que resulte imposible. Y por imposible me refiero a cuando hemos hecho todo lo que podíamos para restaurar una relación, pero esta permanece rota.
Escuché su testimonio en la sala de su hogar. Numerosos estudios han encontrado que la mayoría de los padres prefieren a uno de sus hijos. Precisamente este fue el problema por el cual mi anfitriona y una de sus hermanas forjaron una profunda enemistad que se fue ahondando a medida que se hacían adultas. La separación fue total. Finalmente se casaron y tomaron diferentes caminos. Los años pasaron sin que ninguna diera muestra de interés por arreglar la situación. Pero la vida se encargaría de darles una lección. Llegó la fecha en que se celebraba una fiesta cultural del pueblo. Ese año, la atracción principal de los festejos era el distinguido lote de toros que estaría en las corralejas.
El primer día la gente se agolpó a la entrada de la improvisada plaza de madera. Aquel día, a las tres de la tarde, la alegría era una constante en los 9,167 metros cuadrados de la plaza, que lucía imponente con sus tres pisos. De repente, vino un inesperado aguacero que movió las bases de la corraleja y parte de los palcos se vinieron abajo. Ella quedó sepultada bajo una gran cantidad de madera y la gente aterrorizada corría por encima de los heridos y muertos. Cuando sintió que moría, el mayor dolor que experimentaba era el saber que se moriría enemistada con su hermana. Eso la animó a pedir ayuda a Dios: «Sálvame, y te entregaré mi vida y le pediré perdón a mi hermana».
Aunque murieron quinientas personas, ella fue uno de los sobrevivientes. Cumplió su promesa: se hizo adventista y se ganó a su hermana para el evangelio. Dios nos ha instruido en seguir activamente la paz. ¿La estás buscando? ¿Qué debes hacer para reconciliar una relación rota? ¿Qué necesitas cambiar en tu vida para resolver un conflicto y vivir en paz y armonía con los demás? Hoy @Dios te dice: «Te encargo que busques la paz con tus semejantes, es tu deber como mi hijo».