Al que venciere
“El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7).
Tu mamá, muy orgullosa, te toma en sus brazos, confirmando el deseo de cuidarte y amarte para toda la vida. Te envuelve en tu pequeña mantita, y te lleva a tu nuevo hogar. Lo primero que saca del bolso maternal es el papel con todas instrucciones dadas en el hospital de cómo cuidarte, bañarte y alimentarte. Ella está decidida a cumplirlas al pie de la letra, para que seas el niño más cuidado y amado del planeta Tierra.
En ese momento pareciera que todo lo que ella necesita para lograr su objetivo está en la lista de instrucciones, pero ¿eso será todo? ¡Por supuesto que no! Ella tiene un objetivo mayor, ¡debe educarte para la vida! Pero no cualquier vida, sino una vida que te califique para ocupar el lugar y la posición que Dios sueña para ti en esta Tierra y para la eternidad. Por tanto, la lección más importante que debe enseñarte es la lección del dominio propio, “porque ninguna persona indisciplinada y testaruda puede esperar tener éxito en este mundo o recompensa en el venidero” (CN 84).
¿Qué es dominio propio? ¿Eso vino en la lista de instrucciones del hospital? Pues no, pero es lo primero en la lista de instrucciones de Dios. El que te dio la vida y te amó desde antes de nacer quiere que seas un vencedor. El dominio propio es hacer uso del autocontrol, que es lo que te capacita para lograr todos los demás hábitos y aprendizajes. Te voy a dar un ejemplo.
Cuando ya podías sentarte solo, tu mamá te dejaba jugando a su lado mientras ella hacía otras cosas. Cuando todo quedaba en silencio, tu mamá recorría con los ojos el lugar, pronunciando tu nombre. A tu corta edad ya sabías reconocer el tono de su voz y te sobresaltabas al mismo tiempo que retirabas tu manita de la biblioteca donde estaba los libros. ¿Por qué lo hacías? Porque estabas aprendiendo que, aunque hay cosas que quieres hacer, no debes hacerlas porque no es lo correcto. Esos libros eran una tentación, pero cada vez que intentabas tocarlos fuiste aprendiendo, poco a poco, dominio propio.
Ahora que ya estás más grande todavía hay cosas, lugares, comidas y acciones que pueden ser una tentación. Pero recuerda que tú naciste para ser un vencedor. No cedas a la tentación, porque, Dios te dice hoy: “El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo”.
Magaly