Éxtasis de tus ojos
“Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman” (1 Cor. 2:9, NTV).
Subidas a bordo del autobús 599, mi hermana melliza y yo recorremos Grasmere, en el Distrito de los Lagos. Esta zona de Inglaterra nos recuerda a nuestra patria querida, a la Patagonia, con lagos y montañas tan bellos que a uno le duelen los ojos por no parpadear. El autobús vira a la izquierda, por la autopista 591, y revela el lago Rydal. Como si el telón de un teatro se hubiera levantado repentinamente, mi hermana, un grupo de turistas asiáticas y yo suspiramos a una vez. ¡Guau! Procesar tanta belleza nos impide hablar. Con los ojos brillantes de asombro, pegamos las narices a la ventana para no perder ni un detalle.
Mi hermana y yo decidimos bajar en la siguiente parada del autobús y costear el lago. Durante dos horas, no vemos más que ovejas pastar y el lago reflejar las montañas y el cielo. Volvemos al hotel con los ojos atiborrados de belleza. Yo me siento a escribir y me pregunto cómo traducir a palabras esta experiencia. Finalmente, recuerdo un verso de Amado Nervo que memoricé de niña, de El arquero divino: “Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras”. ¡Eso es exactamente lo que siento: mis ojos están henchidos de tanta belleza!
La ciencia recién está empezando a descubrir los efectos del asombro en nuestros cerebros y en nuestras vidas (ver The Science of Awe, de Summer Allen). Aunque la llamada ciencia del asombro solo tiene quince años, ya sabemos que las experiencias que nos quitan el aliento y nos dejan boquiabiertos ayudan a reducir el estrés, a pensar de forma más racional y hasta nos vuelven más humildes y generosos. Frente a una montaña majestuosa, a un cielo tachonado de estrellas o ante un tempestuoso océano, recordamos nuestra finitud y la vastedad del universo. Pero nada de esto se compara con la belleza y el asombro que atesora el cielo. La Biblia dice: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman” (1 Cor. 2:9, NTV). El autor del asombro tiene recursos infinitos y una creatividad insondable para deleitarnos por siempre.
El artista más prolífico quiere pasar la eternidad compartiendo su belleza contigo. ¡Cuánto amor! Suficiente para llenar de asombro la eternidad… hasta desbordar.
Señor, gracias por la belleza que nos rodea y nos llena de asombro, aunque solo sea un pálido reflejo de la gloria que vendrá.
Amén