Comienza el Servicio Secreto
“Estos confían en sus carros de guerra, aquellos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios” (Salmo 20:7, NVI).
El 23 de junio de 1860, el gobierno de los Estados Unidos puso en marcha un nuevo departamento que se encargaría de la seguridad. Se llamó Servicio Secreto, pero no se creó para proteger al presidente o a otros líderes importantes del gobierno, sino para controlar el problema de la falsificación. Al Departamento del Tesoro le estaba costando demasiado trabajo evitar que los delincuentes fabricaran monedas y billetes falsos.
Hoy, si quieres mantener tus posesiones a salvo, puedes contratar a profesionales de la seguridad. Pueden instalar sensores en puertas y ventanas, cámaras de seguridad, detectores infrarrojos y sistemas de alarma. La seguridad es un gran negocio sobre todo cuando se trata de proteger los bancos. Pero hoy, los bancos enfrentan un problema mayor que los ladrones con pasamontañas que rompen las barreras físicas de seguridad: el peligro actual es que los delincuentes se introduzcan en su sistema de computadoras y roben el dinero digitalmente. Gran parte del dinero que utiliza un banco no lo tiene físicamente en sus bóvedas. Por lo general, se utiliza un sistema de créditos y débitos, una lista de cifras en archivos electrónicos. Por otro lado, el dinero que tiene el banco suele tener un seguro a cargo del gobierno federal o el Banco Central. Si un atracador irrumpe en tu banco a punta de pistola y roba parte de tu dinero en efectivo, o jaquea los sistemas informáticos del banco y transfiere los fondos de forma ilegal, no perderás ni un centavo (hasta cierta cantidad, depende de cuánto cubra el seguro).
Tras el asesinato del presidente Abraham Lincoln, el Servicio Secreto asumió una nueva responsabilidad: la de proteger la vida del presidente y de otras figuras importantes del gobierno nacional. Hoy en día, los agentes del Servicio Secreto protegen al presidente y su familia; al vicepresidente y su familia; a los expresidentes y a sus esposas; a las viudas de los expresidentes, a menos que se vuelvan a casar; a los hijos menores de los expresidentes hasta que cumplen 16 años; a los principales candidatos presidenciales; y a los representantes y embajadores de gobiernos extranjeros.
Cuando Jesús vino a la Tierra, no tenía oficiales del Servicio Secreto que lo custodiaran día y noche. Pero puedo imaginar que miles de ángeles probablemente ofrecieron sus servicios el día que partió para su misión especial. Jesús no confiaba en ningún sistemas o agente de seguridad. Solo confiaba en su Padre.