La estampida del Papa
“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3, RVR 95).
En este día de 1980, siete personas murieron en una estampida en Brasil, aplastadas por cientos de pies. ¿Qué clase de estampida podría hacer eso? ¿Una de búfalos? ¿De ganado? ¿Una estampida de gente tratando de salir de un edificio en llamas? ¡No! Era una estampida para ver al Papa. Qué tragedia. Tantas personas estaban ansiosas por ver al famoso jefe mundial de una iglesia que pisotearon los cuerpos de hombres y de mujeres que se habían caído, y los mataron.
Millones de personas veneran al Papa, no solo como representante de Dios en la tierra, sino también como alguien que ocupa el lugar de Dios. Las declaraciones modernas de la Iglesia Católica subrayan que el Papa es el representante de Dios, y muchos siguen pensando que no se puede ir al cielo sin su permiso. Pero, Dios es muy claro sobre estas cosas. El primer Mandamiento dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Ningún hombre o mujer debe aceptar adoración y reverencia. Solo se debe adorar a Dios.
En Hechos 14, Lucas cuenta una historia sobre algo que les ocurrió a Pablo y a Bernabé en uno de sus viajes misioneros. Estaban en la ciudad de Listra y, como hacían en todos los lugares a los que iban, comenzaron a predicar el evangelio. Mientras lo hacían, un hombre lisiado de nacimiento miraba fijamente a Pablo. El apóstol pudo ver que el hombre tenía fe para ser sanado, así que le dijo: “¡Levántate!” El hombre se levantó de un salto y comenzó a caminar. Cuando la multitud vio el milagro, se volvió eufórica y comenzó a gritar: “¡Estos hombres son dioses en forma humana!” Inmediatamente, llevaron toros y coronas de flores a la puerta de la ciudad y comenzaron los preparativos para ofrecer sacrificios en honor a Pablo y a Bernabé. Horrorizados, Pablo y Bernabé se rasgaron las vestiduras y corrieron entre los adoradores. “¿Por qué hacen esto?”, gritaron. “¡Somos simples seres humanos, como ustedes! Y hemos venido a decirles que se aparten de estas cosas inútiles y adoren al Dios vivo”.
Extrañamente, algunos alborotadores judíos que estaban en contra de los cristianos llegaron a la ciudad y, de algún modo, lograron poner a la multitud en contra de Pablo y de Bernabé. Los habitantes de Listra terminaron apedreando a Pablo, y lo dejaron tirado, dándolo por muerto.
Pablo y Bernabé sabían que no debían aceptar tal adoración y culto. Defendieron a Jesús, pasara lo que pasase. ¿Podrías ser tan fiel a tus convicciones si se te diera la oportunidad? Puede que algún día sea necesario lo hagas.