Murió para vivir
«¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!». Salmo 118: 17
Llorando en la morgue, al lado del cuerpo de su esposo, le repitió la pregunta que le había hecho en los últimos diez años de matrimonio: «¿En qué momento dejaste de ser el hombre brillante, saludable y honrado de quien me enamoré, para convertirte en lo que eres?». Se habían conocido en la universidad. Él era el alumno más sobresaliente; y ella, la joven más hermosa de la clase. Fue amor a primera vista. Se casaron y tuvieron dos hijos en un abrir y cerrar de ojos; y así de rápido también inició la tragedia que terminó aquella noche en la morgue. Él comenzó a tomar licor descontroladamente y a usar drogas alucinógenas. En casa no había dinero para suplir las necesidades básicas del hogar, pero sí para los vicios. Muchas veces lo había recogido en las calles; sin embargo, jamás pensó que tuviera que recogerlo de un lugar como aquel. Por eso lloraba las lágrimas que le quedaban.
Yo estaba en la cama cuando sonó el teléfono. Era mi suegro:
—Acabo de atropellar a un hombre con el taxi. Los médicos dicen que está muerto. Lo traje al hospital, pero los familiares no me dejan ir. Si no vienes me van a hacer daño.
Cuando llegué al hospital le expliqué a la familia que nos haríamos responsables. Pregunté por el cuerpo, y me condujeron a la morgue. Me acerqué a aquel cuerpo y oré: «Por favor, Señor, ayúdanos, evítanos problemas». Mientras oraba puse las manos sobre el cuerpo y sentí un quejido, y luego movimiento. Salí corriendo del sitio para informar a los médicos que estaba vivo. Después de verificar, lo llevaron al quirófano.
La siguiente semana le hice la primera visita en el área de hospitalización. Decidimos apoyarlos hasta su total recuperación, facilitamos cada semana alimentos para la familia. En una de las visitas, aquel hombre nos agradeció el apoyo y nos pidió ayuda para escapar de los vicios. Estudiamos la Palabra con él y, poco tiempo después, toda su familia inició una vida nueva a través del bautismo. Sus palabras fueron: «Morí para vivir».
Es maravilloso ver cómo Dios puede obrar un nuevo comienzo incluso en la cama de una morgue. La vida cristiana también comienza con muerte al pasado y un nuevo nacimiento. No importa tu pasado o condición, @Dios puede darte una nueva vida hoy. ¿Te gustaría aceptarla?