Lamentos
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos cuando gimo por ayuda?” (Sal. 22:1, NTV).
Hace unos meses tuve el privilegio de entrevistar a Aubrey Sampson para la Radio Adventista de Londres. Aubrey es una predicadora y escritora estadounidense. Ella vive con su marido y sus tres hijos en los suburbios de Chicago. En el año 2015, Aubrey y su marido, Kevin, establecieron una iglesia. Durante la misma semana en que abrieron sus puertas y comenzaron a congregarse, Aubrey publicó su primer libro. ¡Tenían muchísimas razones para celebrar y agradecer a Dios! Después de años de oración y trabajo, Dios les estaba concediendo el cumplimiento de sus sueños. Sin embargo, un día, durante esa misma semana, Aubrey se despertó y se dio cuenta de que ya no podía caminar. Kevin comenzó a cargarla en brazos mientras visitaban diferentes médicos para descubrir cuál era el problema. Esa misma semana, Aubrey fue diagnosticada con una enfermedad autoinmune crónica, que afecta especialmente las articulaciones. Aproximadamente al mismo tiempo, su hijo menor tuvo una cirugía de médula espinal y su primo falleció en un accidente al escalar una montaña. Aunque Aubrey había sido cristiana por más de treinta años cuando esto sucedió, ella me confesó que no sabía cómo orar con tanto dolor. Entonces, el Espíritu Santo la inspiró a estudiar y a descubrir el lenguaje bíblico del lamento.
Entender lo que la Biblia enseña acerca del lamento permitió a Aubrey orar con una integridad emocional que antes no había tenido. Ella descubrió que la Biblia contiene más canciones de lamento que de alabanza, y comprendió que Dios no se ofende con nuestro dolor. Aubrey cree que estas “oraciones descorteses”, cargadas de lamentos y lágrimas, son absolutamente necesarias para transitar cualquier duelo. Lamentarse es no negar nuestras emociones. “En otras palabras, puedes poner toda tu basura en el ático, para intentar esconderla de los vecinos y de ti mismo, pero tarde o temprano la casa va a apestar”, escribe Aubrey en The Louder Song [La canción más fuerte]. “El lamento nos llama a hacer algo fuera de lo común: nos invita a sentarnos con nuestro dolor, por incómodo que sea”, añade. En lugar de comer de más, de mirar televisión compulsivamente o de involucrarnos en cualquier tipo de conducta diseñada para adormecer el dolor, el lamento nos invita a procesarlo con Dios. El lamento es una invitación para dejar de evadir y de pretender, para derramar nuestro corazón ante Dios.
Señor, cuando mi corazón esté cargado de dolor, dame la valentía para lamentarme. Dame la integridad emocional para compartir contigo lo que realmente siento. Gracias porque mi dolor no te ofende y mis lágrimas no te agobian.