Hablar con exactitud
“Después de que el Señor terminó de hablar con Job, le dijo a Elifaz el temanita: ‘Estoy enojado contigo y con tus dos amigos, porque no hablaron con exactitud acerca de mí, como lo hizo mi siervo Job’ ” (Job 42:7, NTV).
Cuando su hijo de 21 años falleció, Ann Weems se dedicó a escribir sus propios salmos de lamento (en su libro Psalms of Lament) para expresar su dolor a Dios. “¿Cuán grande es la copa de lágrimas que debo beber? ¿Cuándo será suficiente? […] ¿Lloraré todos los días de mi vida? ¿Te olvidarás de mí para siempre? […] Oh, Dios, ¡encuéntrame! Estoy perdida en el valle del dolor y no logro encontrar la salida […] ¿Por qué me dejas sola en esta casa llena de recuerdos?” ¿Cómo te sientes al leer estas palabras? A muchas de nosotras se nos enseñó que orar así es una herejía, que demuestra poca fe. Sin embargo, la Biblia defiende estas oraciones “descorteses”, llenas de integridad emocional. En medio de su terrible desgracia, Job dijo: “Aunque lo llamara y él me respondiera, no creo que me prestaría atención. Dios es quien me aplasta con una tormenta. Me hiere una y otra vez sin motivo alguno” (Job 9:16, 17, PDT). Aunque Job estaba equivocado, y era Satanás quien lo hería, Dios no se ofendió ni lo castigó por expresar sus sentimientos; de hecho, al final del libro, Dios dice que Job habló con exactitud acerca de él (Job 42:7, 8, NTV). Esto no quiere decir que Job entendiera perfectamente a Dios, o al misterio de la maldad, sino que hizo exactamente lo que debía hacer en una situación como esta. Job trajo sus lamentos, su dolor y su ira ante Dios, demostrando integridad emocional. Los amigos de Job, quienes se dedicaron a acusarlo de ser la causa de su propia desgracia y a “defender” el honor de Dios, debieron presentar sacrificios por haber hablado incorrectamente.
Reflexionando acerca de la función curativa de los lamentos, el psicólogo cristiano Adam Young (cuyo artículo “Emotions in the time of Coronavirus” ha servido de inspiración para este devocional) comenta: “Solo traemos nuestra ira a las personas con las que nos sentimos a salvo”. Si tememos a una persona en un cargo de autoridad —ya sea un jefe, un padre o un esposo—, no nos atreveremos a expresar nuestra ira por miedo a las represalias. Es justamente cuando sabemos que alguien nos ama incondicionalmente que podemos comunicar nuestra ira y nuestro dolor, y recibir sanidad. Cuando usamos el lenguaje del lamento para transitar el dolor de la tragedia, honramos a Dios al confiarle la totalidad de nuestro corazón, no solo las partes que consideramos políticamente correctas.
Señor, gracias porque puedo acercarme a ti con todas mis emociones, sin temor a las represalias. Tú me amas incondicionalmente. Cuando te confieso mi dolor, tú me confortas y me sanas.