En la mesa del rey
«Entonces el rey le preguntó: “¿Queda todavía alguien de la familia de Saúl por quien yo pueda hacer algo en el nombre de Dios?”. Y Sibá le respondió: “Queda todavía un hijo de Jonatán, que es inválido de los dos pies”». 2 Samuel 9: 3
Los filisteos y los israelitas se enfrentaron en una batalla sangrienta con un desenlace fatal para el pueblo de Dios: Israel fue derrotado. Los filisteos dieron muerte a tres de los hijos de Saúl: Jonatán, Abinadab y Malquisúa. Saúl, viéndose mal herido, prefirió suicidarse. Al escuchar las noticias, la mujer que Jonatán dejó como nodriza de su pequeño hijo de solo cinco años, tomó al niño y corrió con tan mala fortuna que, mientras huía, se le cayó el niño y este quedó lisiado de ambos pies.
Se ubicaron en Lodebar. Nota cuán difícil era la situación: era un niño, y ya eso era una desventaja; era huérfano, porque su padre había sido asesinado; no tenía familia, porque esta había caído en el campo de batalla. En esas circunstancias este joven llegó a esconderse en un lugar con un nombre triste y sombrío: Lodebar, que significa «tierra árida, hostil, seca y no apta para pastorear». Lodebar era para él «la tierra del nunca jamás» para sus sueños, ilusiones, anhelos; era la tierra de su desdicha y de sus frustraciones, viendo cómo los demás podían disfrutar de caminar, correr, saltar; de poder ir de una ciudad a otra sin miedo de ser capturados y ejecutados en cualquier momento. Era una existencia triste.
Esta historia se sigue repitiendo hoy. En un abrir y cerrar de ojos se pasa de la abundancia a la escasez, de la riqueza a la pobreza, de tener un lindo hogar a uno solitario y abandonado, de la salud a la enfermedad. El mundo y la vida se trastornan de un día para el otro. ¿Te ves reflejado con esta situación? ¿Qué has perdido? Tal vez te abandonó tu novio o tu novia; o te desilusionó la persona en quien más confiabas; o quebró tu negocio; o estás endeudado; o perdiste el trabajo; o te sientes traicionado, abusado, engañado; o quizá perdiste a un ser querido. Todas estas cosas nos vuelven lisiados emocionales, no nos dejan avanzar, nos atrapan en la aridez y la improductividad.
¿Cuál es tu Lodebar? No importa. Así como David rescató a Mefi-boset, el @Dios del cielo ha provisto para ti perdón, salvación y una vida nueva. Joven, solo tienes que aceptarlo.