La pregunta del millón
“Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco” (Fil. 4:12, NTV).
Imagina que estás ahí dentro con ellos. Hace frío y está tan oscuro en ese sótano mohoso, que no puedes ver tus propias manos, aunque las pongas delante de tu cara. Lentamente apoyas tu espalda ensangrentada contra la pared de piedra, esperando que el frío calme el dolor de los latigazos. Tus pies están sujetos a un cepo (dos gruesos trozos de madera con agujeros que te inmovilizan y te obligan a permanecer en una posición incómoda). ¡Pero eso no es todo! Imagina que la única razón por la que estás en la celda más profunda de esa cárcel en Filipos es por predicar el evangelio, por atreverte a sanar a una niña endemoniada. Tuviste un día largo y cansador. Fuiste atacada por una multitud enfurecida, azotada y entregada a los magistrados. Honestamente, ¿qué tienes ganas de hacer después de todo esto? ¿Tal vez, llorar de pura frustración? ¿Quizá, quejarte? Pablo y Silas hicieron algo sorprendente: A medianoche, ¡se pusieron a orar y cantar himnos!
La pregunta del millón es esta: ¿Cómo es posible que, después de lo que acababan de pasar, considerando sus circunstancias, Pablo y Silas tuvieran la energía emocional para cantar? La respuesta es simple y a la vez compleja: ellos estaban satisfechos. El contentamiento no depende de que cambiemos nuestras circunstancias, sino de Aquel que cambia nuestro corazón. No se trata de que finalmente logremos que nuestro marido, hijos o compañeros de trabajo cambien, sino de confiar en que, con Jesús, podemos hacerle frente a todo. En su artículo “Contentamiento en todo tiempo”, la escritora cristiana Patricia Namnun reflexiona: “Así que, ¿cuándo se manifiesta mi confianza en Dios? Cuando mi gozo y seguridad no dependen de mis circunstancias cambiantes sino del Dios que nunca cambia, y sus promesas seguras. Cuando en medio de cada circunstancia recuerdo que Dios se preocupa por nosotras como un Padre, y nada se escapa de su voluntad […] Cuando recuerdo que esta vida es temporal y que llegará un día cuando no habrá más dolor, y nuestro Rey Jesús hará nuevas todas las cosas”.
Jesús, ¡no sé cómo contentarme! Soy absolutamente incapaz de conformarme con mis circunstancias. A veces logro que las quejas no se escapen de mis labios, pero mi corazón continúa gritando por dentro: “¡Esto no es justooo!” Pero no quiero resignarme y volverme cínica, pensando que nunca nada mejorará. Quiero contentarme, sabiendo que usas todas las cosas para mi bien. Solo tu Espíritu puede lograr este cambio. Lléname de tu presencia, Señor; separada de ti yo no puedo hacer nada.
Amen. Padre no importa mis circunstancias, solo pon en mi satisfacción en ti.