¡Extraordinariamente bueno!
“Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10, NVI).
¿Te gusta aprender o te cuesta? Todos los días aprendemos, aunque no siempre es fácil hacerlo. Algunas cosas son muy fáciles y otras no tanto, ¿verdad? Pero eso nunca debe desanimarte a hacer todo lo que esté de tu parte para lograr algo, porque como dice nuestro versículo de hoy, todo lo que tengas que aprender, hazlo con todas tus fuerzas ahora que tienes vida, y puedes hacer planes para aprender.
Alma era una niña muy tímida. Le gustaba aprender, pero no se le hacía fácil deletrear las palabras. Cuando aparecía una palabra larga ella se ponía nerviosa y no podía deletrear. Un día, el profesor se enojó mucho y la llamó tonta. Alma se sintió tan mal que se enfermó, pero no le contó a nadie. Le gustaba aprender, pero por miedo al profesor, no quiso ir más a la escuela, prefirió quedarse en casa y cuidar a su hermanita pequeña. Su mamá se dio cuenta de que algo pasaba con Alma e insistió en que le contara lo sucedido. Cuando la mamá escuchó la historia, se sintió muy angustiada. Fue a la escuela y se enteró de que ese mal profesor había sido cambiado por una maestra bondadosa.
Aunque por culpa del profesor Alma había llegado a creer que era tonta, decidió volver a la escuela porque le gustaba aprender. Cuando conoció a la nueva maestra, todo cambió. Ella la ayudó a entender que era una niña creada por Dios y, por lo tanto, muy inteligente, y que podía aprender más de lo que ella pensaba. Rápidamente, Alma aprendió a leer muy bien y descubrió un mundo nuevo. Disfrutaba tanto leer que decidió prepararse para ser una maestra, pero no cualquier maestra, ella quería ser la mejor. Alma Baker creció y se convirtió en una maestra extraordinaria, no solo enseñaba a los niños, sino también a los maestros. ¡Imagínate! Llegó a ser una maestra de maestros, enseñándoles cómo dar las mejores clases. Un día alguien casi la convence de que era tonta e inútil, pero Dios le recordó que ella estaba destinada a ser una persona extraordinaria.
Dios hizo exactamente lo mismo contigo, te creó para ser una persona de excelencia. Si alguien susurra a tu oído alguna vez que no puedes lograr algo ¡no le creas!, no importa quién sea. Dios sabe tu valor.
Magaly