Conocer al Pastor
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Creo que no exagero si digo que el pasaje de la Escritura que acabamos de leer representa una de las declaraciones más poderosas que se hayan registrado en la historia de la humanidad. ¿Cómo puedo obtener la vida eterna? De una manera sencilla, pero contundente, el apóstol Juan responde: La vida eterna consiste en conocer a Dios.
A Dios podemos conocerlo por medio de Jesucristo. Conocer a Jesucristo es tener vida eterna. ¿Cuál es “la clave” para conocer a Dios y obtener la vida eterna? Sin lugar a dudas, nuestro Señor Jesucristo: el cristianismo es él, el perdón se obtiene solamente por él, y la salvación es posible únicamente gracias a él. Como bien dijo un conocido autor, “Conocer a Jesús es todo”.
Pero, ¡cuidado! Aquí no estamos hablando de un conocimiento teórico, o intelectual, como el que posee la persona que ha oído acerca de Cristo. Se trata, como bien lo afirma Jon Paulien, de conocer a Jesús personalmente: “Ser su amigo, vivir con él, hablar con él […]. Cuando hacemos esto, entramos en una relación íntima con Dios” (El evangelio que amamos, p. 6). Una relación que nos pone en posesión de sus méritos, transforma nuestra vida y se refleja en el diario vivir.
No hace mucho leí, de nuevo, un relato que encaja muy bien en lo que estamos diciendo. Lo cuenta Jamie Buckingham, y es la historia de dos hombres a quienes se les pidió que recitaran el Salmo 23 (Power for Living, p. 123). El primero de ellos era un profesional de la oratoria. Cuando este hombre terminó su participación, el público le dio una gran ovación.
El siguiente participante era un hombre ya entrado en años, y sin ninguna habilidad artística, pero cuando comenzó a repetir las palabras del Salmo 23 una atmósfera de santidad pareció impregnar el lugar: “Jehová es mi pastor, nada me faltará…” Cuando finalizó, no hubo aplausos, pero el ambiente estaba saturado de fervor y devoción. ¿Qué había ocurrido? Tomando la palabra, el primer participante explicó:
–La diferencia entre lo que escucharon de mí y de mi amigo es esta: yo conozco el Salmo, pero él conoce al Pastor.
¿Conoces a Cristo personalmente? ¿O solo conoces acerca de él?
Amado Jesús, además de mi Salvador, quiero que seas mi mejor Amigo, y mi Pastor, no solo mientras yo viva aquí, sino por toda la eternidad.
Hermosa enseñanza, me hace meditar en lo sublime de su palabra, el llevar el mensaje de salvación no solo por letra, me queda claro cuando entonces dice «Con su santo Espíritu». Dios los bendiga