Conocer para reconocer
“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27, NTV).
Imagina que vas a una confitería a encontrarte con una amiga. En cuanto abres la puerta, te inunda una ola de sonidos diferentes y mezclados: la gente charlando, los mozos recogiendo los platos y despejando las mesas, y la música de fondo. Sin embargo, en cuanto tu amiga dice: “¡Aquí estoy!”, reconoces su voz inmediatamente. Aun si ella está sentada en una mesa en un rincón y no puedes ver su rostro, para ti su voz es inconfundible. La reconoces porque la conoces; porque ella es tu amiga, porque has pasado horas charlando acerca de todo: familia, recetas, decisiones desafiantes, sueños para el futuro… Reconocer la voz de Dios no es para nada diferente. No se trata de fórmulas, sino de relación. Sí, es cierto que hay pasos que puedes y debes dar, como hacer tiempo para orar y leer tu Biblia. Sin embargo, como escriben Henry Blackaby y Claude King en Experiencing God [Experimentar a Dios], “tú aprendes a reconocer la voz de Dios a través de una relación de amor íntima que él ha iniciado”. Aprendemos a distinguir la voz de Dios entre la miríada de sonidos y ruidos que nos rodean cuando nos familiarizamos con su carácter, con sus modismos, y con el amor que destilan sus palabras.
Una de mis mejores amigas es francesa. Cuando ella me ve y me saluda, lo hace con una inflexión de voz y una pronunciación única. Su “hola” es melódico, y está cargado de un afecto entrañable y casi palpable. Podrían vendarme los ojos y hacer que mil mujeres diferentes me dijeran: “Hola”, y aun así la reconocería por su tono de voz y su ternura. ¡La clave para reconocer la voz de Dios es la misma! Se trata de pasar tiempo con él; lo reconocemos a fuerza de costumbre y de práctica. No hay atajos ni píldoras mágicas. “Algunas personas intentan saltearse la relación. Algunos buscan señales milagrosas, o intentan depender de una fórmula. Sin embargo, nada puede sustituir una relación íntima con Dios”, agregan Blackaby y King. En otras palabras, para reconocer su voz, primero hay que conocerlo.
Señor, quiero conocerte y amarte más. Quiero estar continuamente en tu presencia, hasta que tu carácter y tu voz me sean completamente familiares. Quiero aprender a reconocer tus palabras, porque destilan amor y verdad.
Amén. Amén y amén