Al pie de la cruz
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4, 5). }
¿Qué sucede cuando, al menos por unos instantes, visitamos en nuestra imaginación el Gólgota y contemplamos a Jesús entregando su vida por nosotros? Comprendemos algo de la profundidad del amor de Dios y tenemos una vislumbre de cuán horrible es el pecado.
Esta realidad la ilustra bien una experiencia que narra el pastor J. R. Spangler en su libro devocional Dios en primer lugar. Cuenta él que durante una campaña evangelizadora una dama deseaba entregarle su corazón a Cristo, pero tenía problemas con el licor. Cuando parecía que lograba la victoria, nuevamente caía. Un día, después de haber estudiado la Biblia, la señora sintió un fuerte deseo de beber. Salió a comprar una botella y, a su regreso, se sirvió una porción. Cuando se disponía a beber de la copa, vio la Biblia que había leído durante el día, y la alcanzó con una mano, mientras sostenía la copa con la otra mano. ¿A quién obedecería: a Dios o al tentador?
Mientras miraba sus manos, que en ese momento parecían más bien los platillos de una balanza, razonó: “No puedo quedarme con los dos. Tengo que quedarme con uno y rechazar al otro”. Entonces pensó en el amor de Jesús; en todo cuanto el Señor padeció para poder salvarla. En ese mismo instante la tentación perdió su poder. “De ahí en adelante –escribió el Pr. Spangler– [esta señora] nunca más rechazó a Cristo por causa de la bebida” (p. 95).
Esto es exactamente lo que sucede cuando nos arrodillamos “al pie de la cruz”. No solo percibimos cuán horrible es el pecado, sino que además comprendemos algo de la grandeza, la altura, la anchura y la profundidad del amor de Dios por nosotros sus hijos.
“Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión en la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. […]. Si queremos ser salvos al fin, debemos aprender la lección de penitencia y humillación al pie de la cruz” (El Deseado de todas las gentes, p. 63).
¿Cuándo fue la última vez que estuviste “al pie de la cruz”?
Bendito Jesús, hoy resuelvo tener un encuentro personal contigo, cada mañana, al pie de la cruz. Quiero conocerte cada día mejor, y así esparcir a mi alrededor más y más de tu gran amor.
Hermosa lección que el mundo no quiere ni puede comprender porque les han enseñado a creer las mentiras de falsas religiones.-