Aún hay esperanza
“Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jer. 29:11, NTV).
Christopher Yuan llevaba una vida doble: era estudiante de Odontología de día y traficante de drogas de noche. Christopher creyó que había encontrado la manera de disfrutar realmente de la vida, lejos de la presión de sus padres cristianos, que no respetaban su inclinación sexual. Sin embargo, tres meses antes de recibir su doctorado, la universidad descubrió que Christopher vendía drogas y fue expulsado. Entonces, Christopher comenzó a viajar desde Chicago hasta Atlanta, en los Estados Unidos, proveyendo drogas para las fiestas de los ricos y famosos. Su madre, Ángela, comenzó a pasar horas cada día, dentro de un pequeño cuarto, orando por la salvación de su hijo. Incluso ayunó 39 días por él. Ángela oraba pidiendo que Dios hiciera “lo que fuera necesario para que este hijo pródigo regresara a casa”. (El personaje de Clara, en la película “Cuarto de guerra”, está basado en la vida y las experiencias de Ángela.) Tiempo después, Christopher fue arrestado por posesión de drogas y fue llevado a prisión.
Un día, mientras estaba en prisión, Christopher caminó al lado de una pila de basura y vio algo que le llamó la atención: una pequeña Biblia. Tomándola, Christopher volvió a su celda y comenzó a leerla. “Dios me convenció de que no solo me había rebelado contra las leyes mi país y contra mis padres, sino también contra él”, me dijo Christopher durante una entrevista. Darse cuenta de esto fue muy doloroso para él: “Creí que la situación no podía empeorar, pero entonces recibí un llamado de la enfermera de la prisión. Cuando fui a verla, me informó que era positivo para el VIH”. Días después, Christopher estaba acostado en su cama y notó un mensaje que alguien había escrito en la cama de arriba: “Si estás aburrido, lee Jeremías 29:11”. Christopher leyó el versículo y, aunque no sabía cuál era el plan de Dios, esto le dio fe para continuar.
Durante su tiempo en prisión, Christopher sintió el llamado de Dios a vivir una vida santa y a trabajar como pastor. Su sentencia fue acortada, y en cuanto fue liberado ingresó a la universidad para estudiar Teología. Hoy tiene un doctorado en Teología, ha escrito varios libros y ha dedicado más de once años a predicar el evangelio. Christopher está convencido de que no nos definen ni nuestro pasado ni nuestras tendencias, sino la gracia y el llamado de Dios.
Señor, te agradezco por tu poder para transformar y redimir nuestras vidas. Cuando el enemigo susurra que todo está perdido, tu amor dice más fuertemente: “¡Aún hay esperanza!” No hay nada que tú no puedas hacer.
Amen. Gracias Padre, por que lo único que nos define es tu gracia. Tu inmenso e incondicional amor.
Gracias Padre porque lo único que nos define es tu gran amor incondicional por todos tus hijos