El mismo consuelo
“Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” (Juan 4:28, 29).
“Estás mejor posicionado para servir al tipo de persona que solías ser”. Mi amigo Kyle publicó esta frase en las redes sociales hace unos días y realmente me dejó pensando. Tal vez, para descubrir nuestra misión en la vida, debemos considerar aquello de lo que Dios nos rescató y la persona que solíamos ser. En su artículo “What has God delivered you from?”, el autor cristiano Graham Cooke reflexiona: “Si no sabes cuál es tu llamado, examina tu testimonio. Tu testimonio te da, automáticamente, autoridad para ayudar a liberar a otras personas en esa misma área. ¿Por qué? Porque Dios te ha liberado y esa libertad es contagiosa”.
El problema es que, a menudo, no queremos compartir nuestro testimonio real, sino una versión editada que nos haga ver como “supercristianas”. La mujer samaritana que Jesús encontró junto al pozo tenía un pasado vergonzoso. Había tenido cinco maridos, y el hombre con el que convivía cuando Jesús le habló no era su marido. Sin embargo, en cuanto ella sospechó de la verdadera identidad de Jesús, corrió a la ciudad y les dijo a todos los que encontró a su paso: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho.
¿No será este el Cristo?” (Juan 4:29). Su testimonio fue poderoso justamente porque todo el mundo sabía acerca de su pasado.
No creo que debamos gritar desde las terrazas todos nuestros secretos para predicar el evangelio. Sin embargo, nuestro testimonio más poderoso se encuentra en nuestras debilidades redimidas, no en nuestras fortalezas. La Biblia dice claramente que “él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros” (2 Cor. 1:4, NTV, énfasis agregado). Ofrecemos a los demás el mismo consuelo que recibimos; la misma libertad. Nuestra experiencia se transforma en un mapa que guía a otros, en una razón de esperanza. ¿Te liberó Dios de una tendencia a la crítica, a la ansiedad o a la preocupación?
Entonces, estás especialmente posicionada y capacitada para ayudar a otras personas que sufren esto. Te invito a que, con humildad, le preguntes hoy a Dios cómo él desea usar tus debilidades redimidas.
Señor, tiendo a ocultar mis debilidades y a proclamar mis fortalezas. Sin embargo, te pido que me des la humildad para proclamar tu fortaleza en mi ansiedad y mis debilidades. Muéstrame hoy cómo puedo bendecir a otras mujeres a través de mi testimonio sincero.
Amén, que bendita reflexión. Debo reconocer mis debilidades y reconocer la fuerza de mi Señor, trabando en mi favor, y la victoria sobre ellas, y sudar a otras personas a decirles se puede con la fortaleza de mi Dios, trabajando en mis debilidades.