Traidor a su patria
“Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregasal Hijo del Hombre?” (Lucas 22:48, RVR).
¿Hay algo peor que traicionar a tu país? Bueno, el espionaje ha formado parte de casi todas las guerras en la historia, y así fue durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos. En la noche del 2 de noviembre de 1776, un oficial estadounidense llamado William Demont desertó del Ejército Continental Colonial y se pasó al bando británico. Con su traición proporcionó a los británicos valiosa información sobre dónde encontrar Fort Washington –la fortaleza del Ejército Continental cerca del río Hudson, en Nueva York– y la mejor manera de capturarlo.
Debido a la cobarde decisión de Demont, el ejército colonial fue traicionado y miles de soldados estadounidenses sufrieron.
¿Cómo lo hizo? Fue sencillo: su ejército había confiado en él. Por lo tanto, tenía importante información secreta que entregar a Percy, el oficial al mando del campamento británico al sur del fuerte estadounidense. Fort Washington, ubicado en la isla de Manhattan, estaba construido en la cima de una colina de setenta metros de altura, y medía un kilómetro y medio de largo. Los acantilados verticales que rodeaban el fuerte hacían que fuese casi imposible llegar allí desde el río Hudson; y una línea de obstrucciones ubicadas bajo el agua estaba diseñada para evitar que los barcos británicos se desplazaran por el río. Otros tres fuertes cercanos estaban cargados de cañones y deberían haber sido capaces de ayudar a proteger a Fort Washington de los enemigos que llegaban.
Sin embargo, el fuerte no tenía muros, y solo largos montículos de tierra protegían a los soldados allí atrincherados. Y este era exactamente el tipo de información que el general británico Howe necesitaba para planificar su ataque. Catorce días después, el general dirigió el ataque al fuerte con una fuerza de 8.900 hombres, muy superior a los 3.000 soldados estadounidenses que se encontraban allí. Se apoderó de 43 cañones, 2.800 mosquetes y miles de municiones; y tomó casi 2.900 prisioneros de guerra. William Demont fue un traidor de la peor clase. Traicionó a su país y a sus propios conciudadanos.
Pero, hay algo peor: traicionar a Dios. ¿Nos atrevemos, como Judas, a traicionar a Jesús con un beso? ¿Profesamos, a veces, lealtad y amor a nuestro Salvador, pero acariciamos en secreto pecados que al final nos destruyen, y deshonran a nuestro Creador y Redentor?
Roguemos que no sea así. Dios es realmente digno de nuestra confianza, y nunca nos fallará.