Cartas abiertas
“Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres” (2 Corintios 3:2).
No has vivido en la época de las cartas. Era emocionante ver llegar al cartero y recibir noticias de lejos, de personas que tal vez hacía mucho que no veías o que estaban de viaje y enviaban tarjetas postales escritas a mano de los lugares que estaban visitando. Yo coleccionaba estampillas, así que las sacaba del sobre utilizando vapor. Tenía de varios países. ¡Había algunos sellos muy hermosos!
La historia de las cartas es interesante. Cada 9 de octubre se celebra internacionalmente el Día Mundial del Correo, conmemorando su fundación en 1874. La comunicación por escrito data de los inicios de la escritura, pero el sistema postal formal surgió mucho más tarde.
Ya los faraones enviaban mensajes utilizando jeroglíficos. En la tradición babilónica existen cartas fechadas en el 1800 a.C. Los grecorromanos escribían mensajes sobre papiros con tinta roja, que luego enrollaban y ataban con cordones para que no fuesen leídos por nadie, excepto por el destinatario. En la Edad Media, muchas veces se utilizaban palomas mensajeras para enviar mensajes.
En España, las primeras referencias a algún servicio postal son de 1213; en los Estados Unidos, el servicio de correos aparece en 1639. Los sistemas postales modernos siguieron creciendo con la aparición del ferrocarril, los aviones y otros medios de transporte. Hoy en día, con los enormes avances de la tecnología, podemos estar comunicados al instante. Estamos a un abrir y cerrar de ojos de un mensaje por WhatsApp o de un correo electrónico. Podemos estar de vacaciones en hermosos lugares y compartir ya no una postal, sino una foto nuestra, desde donde estemos, con nuestros amigos y familiares.
Ya casi no hay sobres ni estampillas, por eso tal vez nos cuesta pensar en este versículo. Pero el apóstol Pablo nos compara con cartas abiertas, que todos puedan leer. ¿Cómo debería ser lo que está escrito en esas cartas abiertas? Piensa… edificante, de buen gusto, positivo, honesto, verdadero… Así como deben ser los cristianos, tú y yo; dignos y leales representantes del Rey de cielo, de quien somos hijos.
Mirta