Bendita incomodidad
“Porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse” (Sant. 1:3, NTV).
Cierto día, mi hermana me envió un video de una clase de elongación. Entonces, después de un día largo en el trabajo, decidí relajarme con la clase. Honestamente, más que relajante, la experiencia fue graciosa y un tanto humillante. Como paso muchísimas horas frente a una computadora, he perdido la flexibilidad y la amplitud de movimientos que solía poseer. Los ejercicios de elongación que antes me resultaban sencillos, ahora hacen que mi cuerpo cruja como una bicicleta oxidada. Para adquirir flexibilidad nuevamente, debo persistir y soportar la incomodidad de los ejercicios de elongación.
Vivimos en una sociedad adicta a la comodidad. Con tan solo un ‘clic’ en un botón, podemos acceder a información en cualquier parte del mundo, comprar y vender productos, o planificar nuestras vacaciones. Por esto, cuando Dios nos bendice por medio de la incomodidad, nos sentimos confundidas y abandonadas. Cuando los israelitas salieron de Egipto, Dios los guió y les dijo que acampasen frente a Pi-hahirot, entre Migdol y el mar (Éxo. 14:2). Entonces, los egipcios, con todo su ejército, los siguieron y los rodearon.
Con el ejército de Faraón frente a ellos y el mar a sus espaldas, parecía que Dios los había guiado a una trampa mortal. Aterrados, los israelitas le dijeron a Moisés: “¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para hacernos morir en el desierto?” (Éxo. 14:11, DHH). Sin embargo, Dios abrió un camino entre las aguas y así los liberó a ellos y sepultó a sus enemigos.
Cuando Dios quiere que tu fe crezca, a menudo él usa situaciones incómodas. “El poder de Dios funciona mejor fuera de nuestra zona de confort”, escribe Sarah Jonhson, en The Comfort of Discomfort [La comodidad de la incomodidad]. “Son los momentos incómodos los que abren paso a una nueva gracia, a nuevas fuerzas y a una mayor fe. […] El crecimiento solo se produce por medio de la cantidad de ‘incomodidades’ que estamos dispuestos a soportar”. Como en una clase de elongación, Dios puede usar las situaciones difíciles de tu vida para que tu fe crezca. Por eso, no dejes que las dificultades y las pruebas te desanimen; el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad (2 Cor. 12:9).
Señor, ¡te agradezco porque mi fe puede desarrollarse y crecer! Como con cualquier músculo, esto requiere ejercicio y cierta incomodidad. Yo estoy dispuesta a esforzarme; la comodidad no es mi meta, sino la santidad. Dame tu fortaleza para enfrentar retos espirituales y madurar. Amén.
Amén