A cualquier lado
“Si te aferras a tu vida, la perderás; pero, si entregas tu vida por mí, la salvarás” (Mat. 10:39, NTV).
La banda irlandesa Rend Collective canta una canción que me gusta mucho: “Go Anywhere” (Iré a cualquier lado). La letra dice: “Iré a cualquier lado, donde sea, mientras esté contigo. Iré a cualquier lado, doquiera me llames, mientras esté contigo”. Cuando pensamos en un personaje bíblico que dejó todo atrás para seguir el llamado de Dios, generalmente pensamos en Abraham. Sin embargo, hoy quiero que meditemos en una mujer que tuvo una fe igual o mayor que la de Abraham: Rut.
Abraham dio un paso de fe cuando Dios lo llamó y le prometió una gran descendencia. Rut, sin embargo, dejó todo atrás no solo sin promesas de bendiciones, sino también con la certeza de sufrir privaciones. Al escoger a Noemí y a su Dios, Rut se convirtió en una paria de la sociedad. Su estatus social (como mujer, viuda, extranjera, sin hijos, sin padre, o sin hermanos) era menor que el de los siervos (Rut 2:13). Sin la protección de un marido o de un padre, Rut era vulnerable al abuso sexual y a la pobreza. “Rut está sola, no posee nada”, escribe Phyllis Trible en A Human Comedy [Una comedia humana]. “Dios no la ha llamado; ninguna deidad le ha prometido bendiciones; ningún ser humano ha acudido en su ayuda. […] Por lo tanto, ni siquiera el salto de fe de Abraham supera la decisión de Rut”.
Dejando todo atrás, Rut se zambulle en una cultura diferente, abandonándose por completo a la merced de Dios. Su fe fue tan resuelta que aún hoy nos salpica, aún hoy nos contagia. Uno de los ídolos más difíciles de detectar y de abandonar es el ídolo del control. Muchas estamos dispuestas a seguir a Dios, siempre que podamos controlar algunos aspectos de nuestro futuro. Muchas nos hemos entregado a Dios de forma parcial y condicional: “Sí, Señor, estoy dispuesta a seguirte, pero bendíceme con un marido, salud e hijos”. Rut nos muestra un camino más abnegado. Con cada paso hacia Belén, Rut se aleja más de sus sueños, de la posibilidad de volver a casarse y tener hijos (Rut 1:11-13). Cada paso es una pequeña muerte, es un valiente acto de fe. Extrañamente —con la lógica ilógica del evangelio—, al perder su vida, Rut la encuentra. Dios acepta la ofrenda de esta viuda pobre, que puso su vida cual dos moneditas sobre el altar (Luc. 21:1-4). Viendo que Rut está dispuesta a sacrificar sus sueños, Dios los resucita y los engrandece. ¡Dios hace que a través de la descendencia de Rut sean benditas todas las naciones de la tierra! (Gén. 22:18).
Señor, iré a cualquier lado, doquiera me llames, siempre que tú vayas conmigo. No necesito más garantía que tu presencia. Mi vida y mi futuro te pertenecen por completo.