Fuera de lugar
“Después el ángel del Señor vino y se sentó debajo del gran árbol de Ofra que pertenecía a Joás, del clan de Abiezer. Gedeón, hijo de Joás, estaba trillando trigo en el fondo de un lagar para esconder el grano de los madianitas” (Juec. 6:11, NTV).
Gedeón estaba completamente fuera de lugar. Al decirnos que él estaba trillando trigo en el fondo de un lagar, la Biblia pinta una imagen de desesperación absoluta. Es como si viéramos a una madre preparar una comida en el sótano de su casa, en medio de una guerra. Ella no prende la luz, no hace ruido; ni siquiera abre una ventana para que el aroma no atraiga la atención de sus enemigos. Los madianitas asediaban Israel. Tan pronto como los dorados granos de trigo eran recogidos o almacenados en los graneros, ellos aparecían para arrasarlo todo, como una plaga de langostas. Por eso encontramos a Gedeón completamente fuera de lugar, intentando hacer lo imposible: trillar trigo en el fondo de un lagar.
En aquella época, el trigo se trillaba al aire libre, sacudiéndolo para que el viento se llevara la cáscara, y los granos pesados cayeran al suelo. Pero, como Gedeón está escondido en el fondo un lagar, ¡no había viento que lo ayude! Las prensas de uva de esa época se hacían cavando dos hoyos en la roca, uno encima del otro. Las uvas se aplastaban arriba y el jugo drenaba al de abajo. Gedeón estaba en el fondo del lagar, en el hoyo más profundo. Es justamente a este hombre, escondido en las entrañas de la roca, a quien el ángel del Señor le dice: “¡Guerrero valiente, el Señor está contigo!” (Juec. 6:12, NTV). Gedeón está completamente fuera de lugar; no porque está trillando en un lagar, sino porque cree que es demasiado pequeño y débil como para actuar. En ese encuentro, Dios le revela su verdadera identidad y le muestra su lugar.
Muchas veces, como Gedeón, estamos fuera de lugar: presas de una identidad falsa, desperdiciando años, tratando de trillar trigo en el fondo de un lagar, pensando que somos demasiado débiles y que no hay nada que podamos hacer. Sin embargo, Dios nos encuentra, escondidas en lo profundo de nuestra inseguridad, y nos dice: “¡Guerrera valiente, el Señor está contigo!” Si aceptamos nuestra verdadera identidad y recibimos su llamado, podremos enfrentarnos a los madianitas y destruirlos como si peleáramos contra un solo hombre. Dios te dio poder, fortaleza y sabiduría. Eres una guerrera valiente: esta es tu verdadera identidad. Sal del escondite, ¡es tiempo de luchar!
Señor, cuando pienso que soy débil e insignificante, tú me recuerdas mi verdadera identidad, me recibes y me das una misión. Soy una guerrera valiente porque tú vas a mi lado.