Derribando murallas
«Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía». Efesios 2: 14
Las murallas son el resultado de un acto que podemos rastrear en el tiempo casi hasta el principio mismo, al jardín de Edén. Detrás de cada muro o muralla se encuentra escondido el primer sentimiento experimentado por el ser humano pecador: el temor. Se halla implícito el efecto inmediato del pecado: la separación (Génesis 3: 6-8; Isaías 59: 2). Desde aquel día en Edén, el ser humano ha fabricado barreras entre él y sus semejantes. Al principio fueron mentales, pero a medida que el sentimiento de temor se hizo cada vez más profundo, el ser humano concretó su separación de Dios y el rompimiento de su núcleo social. Primero hizo muros de tierra, luego de madera, más tarde mezcló los dos materiales hasta usar piedras como revestimiento; finalmente, fabricó paredes de pura piedra.
Poco a poco surgieron los parapetos lisos, las almenas, las torres, las garitas. Aumentaron en altura y grosor hasta surgir las grandes fortalezas y los castillos como los que podemos ver todavía en varias ciudades. Aunque la historia ha demostrado su ineficacia para la defensa. La Gran Muralla China es uno de los ejemplos más visibles, levantada para proteger a China de las invasiones. Como resultado, aquel gran imperio se aisló y se asfixió a sí mismo retrasando por siglos el desarrollo de su cultura. El Muro de Berlín, levantado el 13 de agosto de 1961, es otro ejemplo. También resultó ineficaz, pues miles de personas derramaron su sangre tratando de cruzarlo y saltarlo.
Las murallas de Cartagena no pudieron resistir al pacificador Pablo Morillo.
Las murallas no son garantía suficiente de protección ni pueden aislarnos del poder de Dios. Cristo vino para derribar la principal muralla, la que nos separaba de Dios. También derribó las murallas que nos separaban entre nosotros: la raza, las nacionalidades, las clases sociales y otras barreras personales que erigimos.
Hoy, @Jesús también desea derribar las murallas que te aíslan e impiden tu crecimiento. Él te dice: «No hay muralla que valga frente a mi amor. Vine a reunirte con Dios y con tus semejantes. Dame hoy la oportunidad»