“Cada uno da de lo que tiene”
“Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo” (Mateo 7:16, 17, NVI).
No hace mucho leí en un libro de John C. Maxwell que un día, cuando Alemania estaba todavía dividida, unas personas que vivían en Berlín Oriental llenaron un camión de basura y se las ingeniaron para lanzar todo su contenido en el lado Occidental. En respuesta a esta provocación, los residentes de Berlín Occidental también llenaron un camión, pero de comida, pan y leche, y colocaron toda esa mercadería en el lado Oriental. Encima del montón de alimentos había un mensaje que decía: “Cada uno da de lo que tiene” (Prepara tu mañana de éxito, p. 38).
¡Qué bien! Estas personas de Berlín Occidental, no solo respondieron a una mala acción con una buena acción, sino que además dejaron en claro por qué lo hacían: porque cada uno da de lo que tiene. Si el árbol es bueno, el fruto también lo será.
Ya sabemos cuáles son los frutos del cristiano: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre… (Gál. 5:22, 23). Y además sabemos cómo adquirirlos: “Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí” (Juan 15:4, NVI).
“Permanecer en él” equivale a “mantenernos unidos a él”, tal como lo dice la Traducción en Lenguaje Actual: “Ya saben que una rama no puede producir uvas si no se mantiene unida a la planta. Del mismo modo, ustedes no podrán hacer nada si no se mantienen unidos a mí”.
La palabra clave aquí es conexión. No una conexión casual, o esporádica, sino permanente, El término en griego utilizado aquí significa “quedarse, permanecer, morar de manera permanente en un lugar”, y transmite la idea de estar enraizado, inamovible.
¿Cuál será el resultado de esa conexión permanente con nuestro Señor? “Cuando vivamos por medio de la fe en el Hijo de Dios, los frutos del Espíritu se verán en nuestra vida; no faltará uno solo” (El Deseado de todas las gentes, p. 630).
Padre celestial, no sé qué pruebas me depara este nuevo día, pero cualesquiera sean, te pido que me ayudes a compartir con quienes me rodeen la paz del Espíritu, el gozo de la salvación y el amor de Cristo, mi bendito Salvador.